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¡Qué se diviertan!

   

diviertanse playa

LEOCACIO MARTÍN | Santa Cruz

“El medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices”
Oscar Wilde

Uno de los trabajos más duros de tener hijos es ayudarles a afrontar los obstáculos intelectuales y emocionales de la vida. Como padres y madres, tratamos de reducir el impacto de sus desengaños con los amigos o consolarles con los miedos nocturnos. Pero también debemos cumplir con nuestro papel cuando se comportan mal o tienen malas notas.

Pero la realidad es que la mayoría de nosotros no tenemos mucha idea de lo que hacemos. Nos movemos entre la intuición y el recuerdo, aderezado por consejos o propuestas, no siempre acertadas. En ocasiones resulta frustrante ser incapaz de resolver sus problemas, ayudarles en sus tareas escolares o entender el mundo digital en que se mueven. Sus maestros, pediatras u otros profesionales, que forman parte de la vida de nuestros hijos, pueden contribuir a orientarnos pero, en el fondo, estamos solos en esta delicada tarea.

Los especialistas en bienestar mental infantil no abundan. Tampoco parece ser una prioridad invertir en ello por parte de los estados, que siguen empeñados en las políticas de atención más que en la promoción de la felicidad en los niños y jóvenes.

Hace ya unos años tuve la oportunidad de participar en un foro de la Organización Mundial de la Salud en el que, precisamente, se discutía sobre qué aspectos condicionaban y potenciaban la salud mental de los niños y jóvenes en el mundo. Como podrán suponer, las diferencias entre países eran tremendas. ¿Cómo se puede establecer un canon de bienestar en países en guerra o en países donde los niños y niñas apenas tienen derechos?

Pero lo cierto es que los expertos sí coincidíamos en algo. Toda la inversión que se pueda hacer en ello redundará en una sustancial mejora del bienestar del país en el futuro. Niños y niñas felices construirán una sociedad más plena, más saludable. Y esto comienza por apoyar a las familias. Educar en felicidad parece ser una fantástica opción para empezar con esta tarea. Vemos niños y niñas con problemas que no hubiésemos pensado hace pocos años. Ansiedad, depresión, trastornos del sueño… y así hasta llegar a problemas que exigen intervenciones urgentes para evitar que puedan cometer algún disparate.

La pregunta es ¿cuándo dejamos que esto comenzase? Mi reflexión, pues es esto lo que les propongo este sábado, intencionadamente, primera semana de vacaciones para los pequeños, va más allá de asegurar el correcto tratamiento de los problemas psicológicos.

Es una propuesta de reconocer la necesidad de fortalecer todo lo que sabemos que hace que los niños y jóvenes sean felices. Porque lo sabemos, sin duda. Se lo puedo asegurar. Por más que les guste a los políticos de uno u otro partido airear las cifras de fracaso escolar, de bullying o de consumo de sustancias en edades tempranas, olvidan darnos los datos del “otro lado”. De los niños y niñas, montones, que practican deporte o actividades artísticas, que son voluntarios, que emprenden proyectos que después nos asombran en las redes sociales… Y estos son la mayoría. Y esto es la promoción del bienestar mental infantil.

En el fondo no es tan diferente de lo que hemos sabido siempre. Necesitan correr, ilusionarse, reír, socializarse y todo aquello que los niños y niñas han hecho siempre. Y que les hace felices, divirtiéndose. Y además aprendiendo.
Por eso en este momento de comienzo de vacaciones no les voy a pedir que se preocupen de sus hijos. Les voy a pedir que se diviertan con ellos. El tiempo que puedan dedicarles, cada uno. No los agobien. ¡O van a enterarse de que han hablado con un psicólogo!

Disfruten con ellos, a veces solo viéndolos divertirse.

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