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¿Qué suerte vivir aquí? – Por Claudio Andrada Félix

   

Habría que preguntarle al creativo de esta frase publicitaria qué parámetros y qué época fue la consultada para afirmar que es una suerte vivir en Canarias. Si se refería a la gente de estas Islas, nada que objetar. Si hablaba del clima que suaviza y en ocasiones aletarga nuestra inmediatez en la respuesta, estaba en lo cierto. Pero si comparamos las ventajas y desventajas de vivir en este territorio fragmentado y sujeto históricamente a una dependencia exterior descomunal, la realidad es que no parece ninguna ventaja residir en esta Canarias atenazada por diferencias mayúsculas con el resto de un Estado al que pertenecemos (de momento), y cada vez más alejada de una Europa con la que compartimos, en esta época de crisis, todos los deberes y restricciones, pero ninguna de las ventajas sociales, que en un estado de derecho son las encargadas de equilibrar las diferencias entre los ciudadanos de un territorio común. Si no es así, que alguien me explique por qué una empresa domiciliada en Cádiz, por ejemplo, puede enviar un paquete a Berlín sin coste alguno de aduana y recibir un producto en esta tierra de esa misma empresa debe pasar por impuestos como la DUA, que elevan incomprensiblemente el valor y precio final de ese producto al consumidor. Por qué ahora es más caro viajar a España y que los españoles vengan a las Islas. Por qué hay determinados servicios, entre ellos de telefonía, que no aplican sus ofertas y que siempre aparece en su leyenda “excepto Canarias”. Por qué las cifras de paro son las más altas de toda España y no se ha registrado el pasado mes de mayo la mejoría que sí se ha producido en el resto; por qué la cesta de la compra es una de las más caras y los salarios son los más bajos; por qué para los impuestos somos iguales y las ayudas ante esta alarmante situación no llegan; por qué la aplicación de la Ley de Dependencia ha estado siempre a la cola (0,5%, frente al 9,4% de Navarra), etc. La pregunta que deberíamos hacernos es qué ventajas tiene seguir a bordo de este Titanic que se llama España y Europa, en el que ni siquiera somos de tercera clase, sino que vamos colgados del casco con sogas tan finas y deterioradas que sólo nos aseguran un futuro en el que pereceremos ahogados. Los botes salvavidas ya están repartidos y, por lo que parece, ninguno de nosotros tiene hueco en ellos. O cortamos las amarras y nadamos solos en busca de nuestro territorio firme, o enganchados a las políticas antisociales de España y Europa sólo podemos albergar la certeza del naufragio que padecen ya cientos de miles de familias, que ya no pueden permanecer colgadas de la incertidumbre de qué ocurrirá hoy, mañana o pasado.

claudioandrada1959@gmail.com