Una de las desgracias de nuestra época es que, al querer deshacernos de los sentimientos de culpa injustificados, también hemos relegado al olvido muchos que eran justificados
Louis de Bonald
LEOCADIO MARTIN | Santa Cruz de Tenerife
Imagina esta situación. Ves a un hombre joven con chaqueta y corbata caminando por una calle concurrida. Habla por teléfono, mientras está pendiente de lo que ocurre alrededor. Unos pasos más adelante, un estudiante va leyendo su cuaderno ensimismado, con unos cuantos libros en la mano.
El estudiante tropieza y, a duras penas consigue mantener el equilibrio. Los libros y los papeles que llevaba en sus manos se desparraman por todos lados. El ejecutivo que va detrás sortea al muchacho y a sus libros y continúa caminando.
¿Qué piensas de la escena?¿Porqué el hombre no se ha parado a ayudar al estudiante? Si contestas “bien, parece que es una persona ocupada que habitualmente no ayuda a extraños en la calle”, las posibilidades de que estés cometiendo un error fundamental de atribución, son importantes. Tenemos la tendencia a dar explicaciones basadas en la personalidad que suponemos más que en los factores objetivos situacionales que estamos observando. Podríamos decir “aparentemente tiene prisa para llegar a su trabajo, por eso no ha podido pararse. En otro momento seguro que lo hubiese hecho”. Esta segunda explicación es la más probable que hagamos si quien no se ha parado fuésemos nosotros.
La investigación llevada a cabo sobre este fenómeno muestra que su ocurrencia es más frecuente en culturas individualistas como las de los países anglosajones o nórdicos. En cambio, en culturas más colectivistas como la china o las latinas, su frecuencia es menor aunque varía mucho según el lugar, urbano o rural, donde se estudie.
Otro aspecto curioso en las culturas individualistas, es la tendencia a explicar las situaciones propias fundamentándonos en lo que ocurre en el momento, no en nuestra forma de ser. Si le ocurre a otro, sin embargo, lo atribuimos a su personalidad. También resulta llamativo como a la hora de explicar la conducta de los grupos, cometemos el mismo error. Atribuimos las decisiones que toman a las actitudes individuales de sus miembros, mientras que las que toma nuestro grupo las consideramos debidas a reglas colectivas del mismo.
¿Por qué hacemos esto? Creo que la mejor teoría acerca de porque cometemos este error es nuestra creencia de que es la personalidad la que causa nuestra conducta nos hace sentir que tenemos mayor control sobre nuestras vidas. Y, especialmente en occidente, necesitamos sentirlo.
A pesar de saber que estamos cometiendo este error fundamental de atribución, se nos hace muy complicado dejar de hacerlo como nos demuestran las investigaciones llevadas a cabo en psicología social a lo largo de muchos años y considerando muchas situaciones.
¿Qué conclusión podemos sacar una vez que conocemos este fenómeno? Probablemente no mucho en el sentido de conseguir que las personas dejásemos de interpretar la conducta de otros cometiendo este error. Pero es un comienzo que nos puede ayudar a aprender a aplicar a los demás lo mismo que nos aplicamos a nosotros. En cuanto a la interpretación de la situación del principio, si nos ponemos al lado del padre o la madre del niño que se le cae todo al suelo, seguro que pensaremos que nuestro amigo de la chaqueta es un engreído. No obstante, si pensamos en que el que va concentrado por detrás está hablando con un cliente al cual no puede cortar, nuestra interpretación de la situación cambiará ostensiblemente.
Por cierto, si estábamos observando la escena anterior ¿Por qué no acudimos nosotros a ayudar al estudiante con sus libros a recogerlos del suelo? Es muy importante, por lo tanto, conocer todos los datos a la hora de formarnos una opinión y, además, tener en cuenta nuestra tendencia natural a cometer el error fundamental de atribución en todas las facetas de nuestra vida. Esto nos ayudará a no juzgar sin fundamento.
Leocadio Martin es PSICÓLOGO /
leocadiomartin.com