AGUSTÍN M. GONZÁLEZ | Santa Cruz de Tenerife
Fue en su día una obra pública muy importante para los portuenses, un gran avance para el entonces pequeño pueblo norteño. Hoy es solo un viejo elemento decorativo que ha logrado sobrevivir en medio de la urbe moderna. El 8 de octubre de 1851 se puso en funcionamiento el chorro de Las Cabezas, llamado ahora de Blanco por la actual denominación de la calle en la que se encuentra, justo a la entrada del casco de Puerto de la Cruz. Fue promovido y diseñado personalmente por el alcalde ilustrado José Agustín Álvarez Rixo, quien, incluso, con sus propias manos cinceló la inscripción que aún se conserva, parcialmente, grabada en sus piedras: “Pro utilitate et vetustate. El populi. a A.C. reinando 1851 Dª Isabel II”. Este chorro fue uno de los más antiguos y de mayor valor arquitectónico de la decena de surtidores públicos con que llegó a contar el Puerto para abastecer a su creciente población.
Tal y como lo describe el investigador Melecio Hernández, el chorro de Las Cabezas “lo conforma un pilar decaedro y de fuste aparejado por nueve secciones, dos de las cuales son de menor altura y en negro. El remate o capitel, según se desprende de Los Anales, de Álvarez Rixo, lo forman las armas de la Isla de Tenerife, por ser la figura de una montaña nevada y un ángel encima, en cuya rodela está pintado el castillo y el león de España. El propio ángel que gira sobre su eje hacía también de veleta”. El coste de la construcción ascendió a 600 reales de vellón y en el claro en la pared bajo la cornisa se dispuso para un reloj de sol, que al parecer nunca se instaló, según relata Melecio Hernández.
En 2003, el Ayuntamiento portuense, entonces presidido por el alcalde Salvador García Llanos, puso en marcha un proyecto de recuperación de los antiguos chorros públicos pues, con motivo de la festividad de San Juan, era costumbre enramar los chorros con flores, frutas y verduras. Esa tradición también se recuperó, tras medio siglo de olvido. Primero fue rescatado el chorro de Las Maretas, en La Ranilla, y luego se rehabilitó el de Las Cabezas, en la confluencia de Blanco y Nieves Ravelo. Los trabajos de reforma consistieron en la reparación de los elementos de piedra deteriorados, por el departamento de Obras Municipales, y en la recuperación de la veleta con figura de ángel que, originalmente, remataba la estructura del chorro. La elaboración de esta figura escultórica, siguiendo el mismo diseño que elaboró Álvarez Rixo a mitad del siglo XIX, corrió a cargo de una empresa especializada.
Pero poco duró el llamativo remate. Una mañana, apenas unos días después, el chorro despertó sin la recuperada veleta en lo alto de su pilar. Nunca más se supo…