Isabel Santana Hernández, promotora de la campaña apadrinamiento del Centro El Pinar. | JAVIER GANIVET
YLKA TAPIA | Santa Cruz de Tenerife
Fotos: JAVIER GAVINET
Durante 10 años, Isabel Santana y su equipo coordinaron el centro turístico rural Don Leandro, en la zona protegida de Las Lagunetas. Un centro familiar que, durante el verano, también acogía a niños con discapacidades físicas y psíquicas y sin hogar, cubriendo una indispensable necesidad social. Sin embargo, cuando a Isabel le diagnosticaron un cáncer, abandonó la gerencia y clausuró el centro, conviniendo en buscar una alternativa para que su equipo pudiera continuar trabajando.
-En el pasado, centro turístico, y ahora una asociación sin ánimo de lucro que trata a personas con adicciones al alcohol y a las drogas, ¿como surgió el proyecto?
“En su momento me comentaron que Las Lagunetas es el entorno ideal para tratar esta problemática. Pero como no dominaba el tema, menos para abrir un centro así, estuve dos años investigando hasta que di con un programa integral. Se lo pasé a mi equipo, ya que yo no puedo trabajar, y ellos inauguraron El Pinar bajo mi tutela”.
-Pero actualmente está completamente involucrada…
“En una de mis recaídas coincidí con tres chicos que iniciaban su tratamiento. Ellos se enteraron de mi historia y se repetían a sí mismos que sí yo podía, ellos también. Los tres luchábamos por nuestras vidas. Quizá no tengo la entereza para ayudar a otros enfermos de cáncer, pero sí a los demás. Les transmito mis fuerzas y ganas de vivir”.
-¿Por qué mucha gente prefiere salir del mundo de las drogas fuera del Archipiélago, lejos de su familia?
“Canarias tiene un alto índice de personas adictas al alcohol, metadona, medicación psiquiátrica… Y aunque hay centros del gobierno, no funcionan. Por eso, el que puede, se va fuera. Y en este tema, hablo en primera persona: yo me tuve que ir a luchar por mi vida, dejando atrás a mis seres queridos. Y eso es muy duro. Con El Pinar no es necesario, porque tenemos un gran equipo e instalaciones: psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales, educadores…, además de una granja y equitación. Todo esto tiene un coste para dar un buen servicio”.
-¿Es la cercanía de El Pinar su principal garantía de éxito?
“Sí, porque, a la vez que tratas al paciente, atiendes a su familia. Es importante recuperar la confianza familiar y que, cuando vuelva a casa, sepa decir que no a quien le ofrezca droga. Y si vuelve a picar (así es como llaman los educadores a una recaída) puede volver los días que necesite para superarlo. Esta es la principal ventaja de estar cerca de los tuyos y no en la Península”.
-Personas que ayudan a personas es la campaña que usted promueve y cuyo objetivo es recaudar fondos para acoger a pacientes sin recursos económicos. ¿No reciben ayudas institucionales?
“Las instituciones no nos han ayudado económicamente. Aplauden la iniciativa, pero hemos tenido que buscar otras vías de financiación. Algunas empresas colaboran, pero parte de las que tienen responsabilidad social corporativa no nos han querido ni escuchar. Y tenemos una lista de espera de más de doscientas personas, algunas con historias sangrantes, de esas que no entiendes cómo no reciben ayuda. Necesitan sentirse cuidados, acogidos; no todos los centros tienen alojamiento, la mayoría son de día. Además, nuestro tratamiento es integral, por lo que ven en El Pinar su última oportunidad. Por ello, necesitamos cuatrocientas personas que donen como mínimo 5 euros al mes durante siete meses. Nuestra campaña es transparente, cada euro recaudado será publicado en Facebook, además de que cada padrino podrá seguir de cerca el caso”.
-Con la crisis económica actual, no debe ser fácil encontrar financiación privada mediante los apadrinamientos o donaciones…
“Aunque sorprenda, la gente apadrina y dona en nuestra campaña. Es más, si ven a alguien con una pulsera con un botón que dice ‘gracias’ esa persona está ayudando a que otra pueda iniciar una nueva vida, a escapar del devastador mundo de las drogas. Y además gente joven: mis hijos, los amigos de mis hijos… Niños de 14, 15 y 16 años solidarizados con la problemática de las drogas que nos ayudan a difundir y a conseguir fondos”.