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Cerrillos: “Hay presiones para hacer de esta ciudad un producto comercial”

   

Maria Luis Cerrillos

María Luisa Cerrillos, directora del Plan Especial de protección del casco de La Laguna. / SERGIO MÉNDEZ

J. F. JURADO | La Laguna

María Luisa Cerrillos, directora del Plan Especial de Protección (PEP) del casco histórico lagunero, considera que en los siete años que lleva trabajando en el municipio se han producido avances de calado que son palpables cuando “uno sale a la calle y ve un montón de gente disfrutando de la ciudad”. Por eso, afirma, le produce “cierta tristeza” las críticas que de forma casi sistemática le dedica la Asociación de Vecinos del Casco.

-¿Comparte la decisión de la Gerencia de Urbanismo de aplazar la revisión del PEP?

“Es una cuestión de prioridades, de dirigir ahora todas las energías hacia el Plan General, lo cual está bien. Lo importante es que los principios del Plan Especial del casco sigan siendo los mismos. La Laguna, por encima de todo, debe ser una ciudad habitada y habitable. Ni un negocio ni un producto a la venta; una ciudad para vivir”.

-¿Qué opina de la cada vez más notoria presencia de franquicias en el conjunto histórico?

“Estas tiendas que se ven aquí también están en el centro histórico de Florencia, Roma, Quito o de La Habana. Lo que tiene de bueno en nuestro caso es que muchos de los dueños de esos locales son los mismos comerciantes de siempre de La Laguna, que ahora se han apuntado a las franquicias. Y que muchos de esos locales han mejorado. De todos modos, no sería legal que no les dejáramos instalarse”.

-¿Qué asuntos están centrando ahora los mayores esfuerzos de la oficina de gestión del PEP?

“Esta ciudad, a pesar de estar en una crisis profunda, sigue teniendo una gran capacidad de abrir locales y crear empleo. Pero reconozco que está suponiendo un gran esfuerzo mantener los principios de ciudad habitada y habitable. Hay muchas presiones para convertir a La Laguna en un producto comercial. Hay gente que le gustaría que todas las plazas estuvieran llenas de terrazas, como pasa en el centro histórico de Toledo o de Córdoba, donde tienen un problema gordísimo con este asunto. O en Málaga, que está intentando dar marcha atrás. Nosotros, de momento, resistimos y aguantamos”.

-Entonces, ¿es partidaria de poner límite al sector del ocio y la restauración en la zona?

“Claro, concentrando el terciario intensivo en dos calles, Carrera y Herradores. En el resto hay elementos dispersos, pero muy limitados. Lo que resguardamos a muerte es toda la zona residencial de viviendas, que tienen un nivel de tranquilidad que no es compatible con la actividad económica. La ciudad tiene su personalidad y su forma de vivir. El otro día me fijaba y eran familias de aquí mayoritariamente las que ocupaban las calles. A las dos o tres de la mañana no hay demanda de ocio. Este es un lugar para vivir. Si quieres una discoteca, te vas a otro lado. La Laguna no ofrece las condiciones para montar ocio hasta altas horas de la noche. No lo pide, no lo vende. Así seguirá siendo, mientras mantengamos férreamente controlada la invasión de los subterciarios”.

“La Laguna no ofrece las condiciones para montar ocio hasta la madrugada”

-¿Qué tiene que decir respecto al polémico traslado del estanque de los patos?

“Siempre he dicho que si fuera pato estaría protestando todo el día por tenerme en esa esquina. Es una esquina muy sombría y de tanto en tanto meten dentro perros canarios para que se coman a los patos. Es una gracia histórica. El problema es que hay un informe de Sanidad que dice que no es adecuado mantener esos animales ahí, y mucho más ahora, con las enfermedades que producen las aves. Es un foco de contaminación. Yo, si fuera pato, prefería que me llevaran al parque. Me parece muy irresponsable que teniendo un informe de Sanidad no los quiten”.

-¿Cómo lleva las críticas de un sector de la ciudadanía?

“Las llevo con cierta tristeza. Estamos en un casco histórico con más de 11.000 residentes y existe un grupo absolutamente minoritario que se considera en posesión de la verdad. Pretenden que la gestión del plan sea más participativa cuando ellos, en el momento que no se hace lo que dicen, insultan y agreden. Estoy convencida de que hay muchísima gente, dentro de esos 11.000 habitantes, que ahora viven mejor. Nada se puede plantear insultando. Insultar no es participativo. Dicho eso, las cosas que proponen me dejan en fuera de juego. Por ejemplo, la recuperación del callejón entre la plaza de la Concepción y Herradores. Eso significaría tirar un edificio donde deben vivir siete u ocho familias. Lo que más me indigna es que sea gente que utiliza procedimientos exactamente contrarios a la participación y la tolerancia que pregonan”.

-Después de siete años en La Laguna, ¿mantiene la ilusión por esta ciudad?

“Mantengo el cariño por esta ciudad. La ilusión en ocasiones me cuesta mucho trabajo. No la pierdo por la manera de ser que tengo, que soy incombustible. Pero sí, me cuesta mucho trabajo conservar la ilusión. Ser objeto de ofensa permanente y gratuita duele, pero cuando salgo a la calle veo un montón de gente disfrutando de eta ciudad, un montón de gente que vive mejor y eso me anima muchísimo. Está claro que no es fácil, pero soy muy cabezona y no voy a rendirme”.