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El club de la sonrisa – Por Claudio Andrada Félix

   

Piensa que la esperanza de la que se habla en casa va en mayúsculas y es el nombre de la vecina que comparte con ellos rellano y escalera. Ni se imagina lo que significa “llegar a fin de mes”, y mucho menos comprende por qué su padre ya no tiene la sonrisa aquella de cuando iba a trabajar. Ahora lo tiene a su lado cada mañana y cada noche, pero él no es el mismo, ya no le hace cosquillas y tampoco se ríe como antes. Y eso que ella le da besos volados cuando desde la cama le dice buenas noches.

Si fuera un poco mayor entendería las cosas estas de la crisis de la que todos hablan. Y le da coraje no saber quién es la “prima” esa que todo lo fastidia, y de la que está segura que se esconde tras la tristeza de su padre. Y les asegura a sus amigas del colegio que, por fin, lo vio llorar el jueves. “Y yo que creía que mi padre no tenía lágrimas… Pero vaya si las tiene, y no veas cómo corren por sus mejillas”. Guayarmina tiene siete años y le asusta la debilidad de su papá. “Parece que ahora es de papel, y cada lágrima que derrama le hace un surco en su cara”. Y sus amigas la miran con los ojos muy abiertos y le confiesan que en sus casas pasa tres cuartos de lo mismo.

Durante el recreo nace el acuerdo y resuelven ponerse manos a la obra. Van a elaborar un plan que devolverá las sonrisas y las alegrías a sus casas. “Hay que hacer algo”, propone Guayarmina. “Eso. Seremos el Club de la Sonrisa”, aporta Laura. El plan es de una contundencia invencible. Entre todas pretenden cambiar las cosas. “Y si es preciso hablamos con la prima esa”, sentencia Paula la argentina. Y escribe Guayarmina (que tiene buena letra) el comunicado del club para pegarlo a la nevera durante la noche, cuando todos estén acostados. Y proponen:

1º) Día de la sonrisa obligatoria (a elegir). “Pero que sea a mitad de mes”, por aquello de que sea antes del fatídico “llegar a fin de mes”.

2º) Día del “Los quiero mucho”: Cada hora en vacaciones les diremos que lo mejor del mundo es que estamos juntos y, juntos, podemos con todo.

3º) Y para los demás días (que ya concretaremos más adelante), buenas caras, sonrisas escondidas y por sorpresa y muchos, muchos abrazos. Están convencidas del éxito del plan cuando suena el timbre del final del recreo.

“Cuando llegue mi padre hoy a buscarme a la salida del cole, de entrada le doy un beso por sorpresa”, sonríe Guayarmina y aceptan todas las demás.

Ellas no lo saben, pero están cambiando el mundo.