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Tendremos otro reino – Por Ramiro Cuende Tascón

Visto el andar de la perrita, la cosa se transforma sí o sí. Este gobierno ha metido el refuerzo del cuatro por cuatro y no va a parar hasta cambiar este país a golpe de Consejo de Ministros y mayoría absoluta. Ya no se sabe si le pitan a la reina o a Wert, o a los dos. Lo cierto es que cada día el estupor es mayor y no parece tener un fácil reencuentro, dado que la disminución de la actividad de las funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de asombro o de indiferencia, crece cada día exponencialmente. Me refiero a la conmoción que todo lo envuelve.

La democracia, como la naturaleza, genera estos tsunamis. Como demócrata lo llevaría mejor si el PePé no hubiera ganado con un programa para luego gobernar con otro, el contraprograma de cada mañana, con la sola excusa del deber obligado para con los pobres de la frau Merkel, sufridos ahorradores y especuladores teutones. A los de por aquí, a los preferentistas de la cartilla de ahorros que les den por donde cargan los camiones. Unos callan absortos ante tanto desmán, el de sus ídolos conservadores, que, puestos a no sufrir agravios con los suelducos que da la política, generaron -siempre presuntamente- una soldada complementaria, simulada y en diferido, a saber y según los mendas, dineros libres de gravámenes o parecido. Lo grave, de ser cierto, es de dónde y a cambio de qué llegaba tanta pasta ensobrada y negra. La cosa la aclarará la justicia, y algún día lo contará la historia de este genial país henchido de ninfas, pícaros y rufianes.

Al otro lado, la izquierda de los mil colores, perpleja y atolondrada por las circunstancias. Algunos de buena fe remando muy a su pesar para socorrer la plaza, haciendo el caldo gordo, frente a la troika que nos empobrece por minutos para que unos pocos, cada vez menos, se pongan las botas y se lo lleven al jannat; paraíso repleto de hermosas mujeres, apuestos muchachos, frutas, agua, vino y riquezas. Eso sí, en color negro, con un calor y una humedad tóxica, y con la libido muerta del asco por el recuerdo de tanta miseria.

Para cambiar este país se necesita; un debate limpio, amplio, abierto, ecuánime. Un acuerdo de sabios como el que nos legaron los próceres de la actual constitución. Nada de ignorantes, ni espabilados partitócratas, ni de salvapatrias: estos no sirven. Otro reino o una república son posibles. El quid es la amplitud de miras, que sea hasta de los inadaptados.

Sea bienvenido a la otra España, la posible, la que espera a la vuelta de la esquina.