JOSÉ LUIS CÁMARA | Santa Cruz de Tenerife
Con más de 5.000 muertes al mes y 1,8 millones de refugiados en dos años, la guerra en Siria se ha convertido ya en uno de los conflictos más cruentos de la historia moderna. Así lo reflejan todos los organismos internacionales, que poco o nada pueden hacer por evitar que se desangre un país que no hace mucho era uno de los epicentros de la cultura contemporánea. De aquellos días de esplendor apenas quedan vestigios, la mayor parte de ellos sepultados por la sinrazón de un choque bélico que continúa dejando miles de damnificados. Uno de ellos es Anouar -nombre ficticio dado para preservar su intimidad-, quien vivió una larga odisea para escapar del país y aterrizar en Tenerife.
Por tener la nacionalidad española no puede solicitar asilo ni recibe ayudas
Junto a su mujer y sus dos hijos, de 10 y 12 años, este electricista llevaba más de dos décadas viviendo en España, lo que incluso le llevó a adquirir la nacionalidad. La crisis, como a otros muchos inmigrantes, acabó pasándole una implacable factura, hasta el punto de que en 2008 decidió regresar a Siria. En Alepo -su ciudad natal- volvió a empezar de nuevo, e invirtió todo su dinero en una casa y una tienda de electrónica. “Primero estuvimos bien, hacíamos nuestra vida normal, pero hace más o menos un año empezaron los problemas. Cada vez había más enfrentamientos entre los rebeldes y el Gobierno, y la gente empezó a tener miedo. A medida que pasaban los días, había muchos más disturbios en la ciudad, empezaron a caer bombas y misiles y tuvimos que encerrarnos en casa. No nos dejaban entrar ni salir de la ciudad”, relata a este periódico.
SIN DINERO
“Hace dos semanas nos llamó una persona que trabajaba para la embajada española en Siria, la misma que seis meses antes nos había dicho que debíamos abandonar el país porque ya no podían velar por nuestra seguridad. Pero yo tenía mi casa y mi negocio allí, y no podía abandonarlo todo. La gente con dinero se estaba marchando a Jordania, Egipto, Líbano o Turquía, pero yo invertí todo lo que tenía”, recalca Anouar. La situación, no obstante, se volvió insostenible. “Empezaron los secuestros, las violaciones y las matanzas, y temí por la seguridad de mi familia. Te bajaban del autobús y te pegaban un tiro si pensaban que eras partidario de los rebeldes o del Gobierno”. Un día decidió que era el momento de escapar. Junto a un matrimonio de amigos, Anouar y su mujer recogieron algunas pertenencias, las metieron en dos maletas y salieron con sus hijos en busca de un nuevo comienzo. “Tardamos más de seis horas en recorrer un camino que se hacía en media hora. Tuvimos que pasar varios controles, dar nuestra documentación y convencer a algunos soldados de que nos dejaran continuar. Fue durísimo, y mis hijos pasaron mucho miedo. Luego llegamos a Turquía, donde un amigo nos acogió en su casa y nos prestó dinero para viajar hasta España. Llegamos a Canarias porque pensamos que es barato y tendremos opciones de salir adelante”, recalca el refugiado sirio, que hace unos días se presentó con su familia y su equipaje en el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz.
El Consistorio portuense, a través de Servicios Sociales, le ha buscado un alojamiento temporal en un hotel de la ciudad turística, pero no podrá mantenerlos durante mucho tiempo. Al tener nacionalidad española, Anouar no puede solicitar el asilo, pero tampoco cuenta con ningún tipo de ayuda ni prestación por haber estado trabajando en Siria los últimos tres años. “Estamos en manos de Dios. No había otra solución, porque posiblemente hubiéramos muerto. Ahora quiero empezar de cero, recuperar mi vida y vivir en paz. Mis hermanos y muchos amigos siguen allí, y no sé a dónde conducirá toda la situación del país”, recalca Anouar, que tenía la esperanza de que la ONU y los países árabes hicieran algo por evitar el caos bélico. Pero no ha sido así. “Han abandonado a Siria, y no han pensado en la gente que vive allí. Dicen que van unos 100.000 muertos, cuando en realidad han muerto más de un millón”. “He visto cosas que jamás podré olvidar”, concluye.
La dimensión de la tragedia de Siria la dictan las cifras. La ONU advirtió ayer de que la crisis de refugiados del país ya es peor que la que vivió Ruanda a mediados de los años 90, con casi 1,8 millones de sirios que han tenido que huir a los países vecinos escapando de la violencia. El dato fue hecho público por el alto comisionado para los Refugiados (Acnur), el portugués Antonio Guterres, en una intervención ante el Consejo de Seguridad. La subsecretaria general para Asuntos Humanitarios, Valerie Amos, indicó que, en estos momentos, 6,8 millones de sirios necesitan asistencia humanitaria urgente, entre ellos más de 4,2 millones de desplazados internos. Los últimos estudios del Programa Mundial de Alimentos (PMA) cifran en cuatro millones las personas necesitadas de comida. Por todo ello, la ONU solicitó una cifra sin precedentes de 12.900 millones de dólares para atender crisis humanitarias en 24 países del mundo, una cantidad que supera todos los récords debido a los 4.400 millones necesarios para hacer frente a la situación de emergencia en Siria. Las agencias humanitarias de la ONU pretenden ayudar a 73 millones de personas en el mundo, de los cuales, 6,8 millones se encuentran en el interior del país. Además, se calcula que los refugiados en el exterior procedentes de ese país alcanzarán a finales de este año 3,45 millones. De los 12.900 millones solicitados, se han obtenido 5.100 millones, un 40% de lo requerido. “La cifra obtenida hasta ahora ya es histórica, porque es la cantidad que tradicionalmente recibíamos para todo el año”, aseveró Amos.