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Hemiciclos – Por Juan Carlos García

Es necesario el arnés como sujeción de seguridad a pesar de estar sentado en una silla frente al espectáculo del hemiciclo. Es necesario llevar las riendas de las cuerdas de suspensión y gestionar con maestría las corrientes térmicas que puedan presentarse. Ya se sabe, esas masas calientes que provienen desde la superficie y que pueden generar problemas al ascender. Agosto se abre de par en par y cada vez son más quienes descubren ante sí un precipicio de proporciones considerables. Cuando media Canarias sale de vacaciones… Perdón. Eso era antes. Antes de que comenzara la crisis. Cuando un tercio del Archipiélago se toma unas semanas de asueto estival, el segundo tercio dice que trabaja y el tercero está en paro, hoy, dicen que hoy, el presidente del Gobierno central, sentado en su silla frente al hemiciclo tratará de “aclarar dudas sobre algunos temas que preocupan a la opinión pública”. Así lo anunció Rajoy hace días. En dichas aclaraciones que haga o deje de hacer deberá tener en cuenta las corrientes térmicas. Quien sí las toma en consideración es el papa Francisco. “Un pueblo tiene futuro si cuenta con los jóvenes y los ancianos”, expresó el jesuita Bergoglio durante su apoteosis carioca. Ayer, 31 de julio, festejó el día de San Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los Jesuitas. Agosto pide, o al menos antes pedía, sosiego, serenidad, calma, bonanza, silencio. Unos días antes, el sábado pasado, permítame estimado lector que lo refleje en estas líneas, esas sensaciones, todas juntas, se aferraron a mí a la misma hora en que la natación sincronizada lograba en Barcelona su séptima medalla. A la misma hora en que Santa Cruz representaba la derrota de Nelson. A la misma hora en que en El Hierro el pueblo de El Pinar entregaba al de Isora la Virgen de los Reyes. A esa hora, en que el horizonte se tiñe de naranja, me ceñí el arnés. Me senté en una silla. Y acompañado por el experto, me precipité al espectáculo del hemiciclo del Valle del Golfo. Sobrevolé desde los 1.200 metros de altitud el mar de nubes de este enclave herreño y universal. Atravesé la masa nubosa con los últimos rayos de sol y, tras varios minutos de una visión privilegiada, me posé. Ya en tierra se acrecentó mi duda sobre si agosto podrá tomar tierra en otros hemiciclos.