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Lo mío todo falso – Por Victoria Lafora

   

No necesitaron ni siquiera ponerse de acuerdo. Arenas y Álvarez Cascos iban cada uno a defender lo suyo. Reconocieron ambos que tanto en la época de uno, como en la del otro, al frente de la Secretaría General del PP, las donaciones circulaban por los despachos de Génova 13 ante los ojos de todo el mundo sin que nadie les pusiera orden ni preguntara si era legal recibir tanto dinero. Ellos eran los máximos dirigentes del partido pero no se rebajaban a esas tareas tan nimias como controlar la financiación ni agradecer el dinero a los benefactores. Ellos estaban para servir a sus votantes.

Debió resultar muy duro para el general secretario Álvarez Cascos escuchar los epítetos de sinvergüenza y ladrón con que fue recibido a la puerta de la Audiencia. Debió entrar de mal humor, lo que, unido a su arrogancia, le llevó a contestar con cajas destempladas a algún abogado. El juez Ruz tuvo que llamarle al orden en tres ocasiones. Cascos perdió los papeles pero no el hilo del guión que se había preparado. Negó, no tres veces sino muchas más, la existencia de la doble contabilidad y los apuntes que figuran en la misma y que le atribuyen generosos cobros en dinero negro. Es sorprendente que no conociese el desbarajuste de las donaciones al partido pero sí supiera a ciencia cierta que no había una contabilidad paralela para “acomodar” tanto dinero.

Tampoco debió ser un buen trago el que pasó Javier Arenas, tan dicharachero el, tan campeón, recién llegado de Marbella, al escuchar el estribillo de “Arenas a la trena”. Los dos han sido ministros de este país, incluso según la contabilidad de Bárcenas, cobraron sobresueldos en esa época y no esperaban verse ante un juez. Bien es cierto que declararon como testigos y por tanto no podían mentir. De ahí la preocupación que reinaba en la sede popular ante la declaración de quienes les precedieron ante el juez: el exgerente Cristóbal Páez y el cajero Antonio Ortiz. Para este último, el PP pretendía hacerle comparecer con un abogado. Páez, que sustituyó de forma efímera a Bárcenas durante unos meses y que está ya desvinculado del partido, fue el único que sí reconoció haber cobrado en negro dos entregas que sumaron doce mil euros y que coinciden en tiempo y cantidad con lo que reflejó Bárcenas en sus papeles.
¿Por qué unos sí y otros no? Esa es la magia de la contabilidad de Luis Bárcenas; la que empezó siendo unas “simples fotocopias” y ha acabado poniendo contra la pared al partido que gobierna España. Por mucho que lo nieguen y lo nieguen ni los ciudadanos les creen, ni parece que tampoco el juez Ruz.