Griñán deja la presidencia de la Junta de AndalucÃa. Lo hace apenas año y medio después de ser investido y dejará en su lugar a una persona, Susana DÃaz, cuyos valores no discutimos aunque no fueran sometidos al escrutinio de las urnas. No es un camino inédito. Los actuales presidentes de la Comunidad de Madrid y de la Comunidad Valenciana y la alcaldesa Ana Botella son polÃticos que accedieron a sus cargos por la misma circunvalación. Cuando un polÃtico incumple de manera tan flagrante su contrato con los ciudadanos debe tener razones potentes para avalar su decisión. Griñán nos ha explicado las suyas. Dice que se va porque su partido y la comunidad que gobierna desde la Transición necesitaban ya un relevo generacional. Sostiene también que con su marcha libera a la institución que presidÃa de la presión polÃtica que la oposición está ejerciendo a costa del escándalo de los ERE desde que estalló. Y en tercer lugar aduce razones personales de peso que legÃtimamente no ha querido revelar. Repasando su despedida podemos concluir que Griñán, en una especie de revelación bÃblica, ha visto la luz. Porque resulta sorprendente que la necesidad del relevo generacional no la percibiera antes de presentar su candidatura para un mandato que acabarÃa con 70 años. Y es raro que un hombre de su experiencia polÃtica no viera venir que la presión sobre su persona y sobre su gobierno por los ERE iba a ser creciente por parte del PP. Queda la tercera razón, la personal, quizás la única que pueda interpretarse como sobrevenida. Pero con 67 años, pudiendo disfrutar tranquilamente de su jubilación para afrontar esa situación desconocida, se entiende con dificultad que deje la presidencia pero no su escaño autonómico, la secretarÃa del partido en AndalucÃa y la presidencia federal del PSOE, que simultaneará además con un escaño en el Senado. Todo es más sencillo y lo que ahora culmina es una operación polÃtica perfectamente diseñada desde hace tiempo por un hombre hábil al que en materia polÃtica se le escapan pocas cosas. Con ella ha conseguido que su partido mantenga una posición de gobierno territorial importantÃsimo, ha pilotado la sucesión dejando la herencia polÃtica a quien deseaba y con el tiempo suficiente como para fraguar en los próximos años de gobierno. Por el mismo precio, deja Griñán un doble mensaje. El del necesario relevo generacional para su jefe, Alfredo Pérez Rubalcaba. El de dar un paso atrás para liberar a las instituciones de la presión polÃtica derivada de una investigación judicial, dirigido a Mariano Rajoy. Imaginamos que, de momento, no se sentirán concernidos.