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La cochera de don Juan – Por Ramiro Cuende Tascón

Paseando de vuelta a casa tras saludar al amigo Justo que limpiaba a pie de calle sus enrollables persianas, llamó mi atención el color azul, brillaba marinero, con el que había pintado la rampa del garaje el vecino del dos. Recordé a sus sobrinos con los que comparte el semisótano a tiempo parcial, así como con las motos y las bicicletas. Según los cánones al uso esta inestancia debería servir para guardar cachiforrios, trastos, la caja de herramientas y cosas viejas como escarbadientes en desuso para fabricar catedrales, y por supuesto, para guarecer el coche del sol y de la maresía que todo lo sala.

Se da el caso de que este buen señor que peina canas con cara de niño, vecino y abuelo de Oliver, ha decidido no tener coche propio por estos lares.

Escribo de la cochera de Juan, que sin dejar de serlo admite ser disfrutada para el estudio, el sosiego y la creación. Algo de magia, libros, pintura y una buena dosis de libertad se mezclan en la marmita con la pasión debida, y ta ta ta chan, el aburrido y triste semisótano, para todo y para nada, con certeza para nadie, se convierte en… El garaje de los libros; un lugar abierto, algo de cueva y algo de refugio, un lugar con brillo, el de la pintura azul y el calor de la madera, un lugar con un despacho para peces en vez de un triste trastero. ¡Genial! ¿El personaje?, que les voy a decir de Juan Cruz.

Necesitaba sitio donde discurrir y deambular entre libros, lo echaba en falta. Lo pensó y cambió el soso garaje por una discreta y semisotánica biblioteca, transformó la puerta para el coche en un telón de teatro; hacia adentro un lugar con amo repleto de libros, hacia afuera el cielo, la mar y el resto. Unas burras, un tablón, luz, un diván para reposar, unas cuantas estanterías y libros por doquier humanizaron el garaje que lo sigue siendo.

El lugar del que les cuento se mudó, esas cosas maravillosas de la gente e intangibles que son las ideas, de ser un no lugar -lejano, frío, inhóspito-, en un lugar llamado por las amistades de la casa El garaje de los libros, los cercanos al realismo mágico de Allende le han puesto por nombre La cochera del escritor estivo. El encanto del que disfrutan los libros de este garaje es divertido; por un parte, el mimo de su leal amigo, y por la otra: salen y se bañan en la mar océana, pasean por la arena, juegan con el viento, y lo que se les ocurra. Son libros libres liberados, luego regresan paginando tranquilos a su habitación en el anaquel de aquella mágica estancia.