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El concepto bien común – Por Andrés Aberasturi

   

Hay que pedir un tiempo muerto y reordenar todo este caótico tablero de ajedrez en el que se ha convertido España.

Es imposible que este país funcione con tantos frentes abiertos y que todos, de una forma o de otra, quieran aprovecharse de la situación.

Seguimos sumidos en una crisis económica profunda y aunque los datos macros parece que empiezan a ser más optimistas, lo cierto es que una prima de riesgo baja, incluso más baja que la de Italia, no crea puestos de trabajo de un día para otro; está muy bien y es importante, pero para que los famosos brotes verdes se vean desde las colas del Inem aún falta, desgraciadamente, mucho.

Pues teniendo que ser este el gran desafío de Gobierno y oposición, de patronal y sindicatos, aquí parece que todos quieren sacar tajada del delicado momento sin importarles nada la situación actual del ciudadano.

No voy a hablar de lo de Cataluña sino de lo de Mas y Esquerra. Todo lo que han hecho en el Gobierno de la Generalitat ha ido en la misma dirección y siguen en sus trece; da pereza repetir por enésima vez que cerrar un hospital o que unos críos empiecen a pasar necesidades básicas en la Cataluña del siglo XXI tendría que paralizar en seco cualquier otro objetivo que no fuera solucionar lo urgente frente a lo que sin duda puede esperar. ¿Es que no lo entienden?

No les pido ya a los que gobiernan Cataluña que les preocupe la crisis general de España, pero al menos que miren a los suyos y aparquen la lucha soberanista para mejor ocasión.

Y los sindicatos preparando ya huelgas en educación en determinadas comunidades y me imagino que también le tocará el turno a la sanidad dentro de poco.

¿No es quizás el momento de estar en las aulas y de atender a los enfermos sin que esa actitud suponga una renuncia a nada, a algo? Para todo hay tiempo, pero agitar aun más la vida social, aquí y ahora, no creo que conduzca a ningún buen puerto.

De verdad, no está la situación para otra cosa que no sea el diálogo y apostar todos por salir de esta más pronto que tarde.

Y naturalmente debe ser el Gobierno español el que reordene las piezas del tablero. Pero no lo hace, por exceso o por defecto (más bien por defecto); da una cal y dos de arena y no afronta con serenidad, energía, coherencia y diálogo todo lo que tiene encima.

No se puede seguir así porque seguir así no beneficia a nadie a medio plazo. Nadie va a ganar nada en la espiral de esta dialéctica permanente y frenética a la que cada día se añade un nuevo problema. Pero esto es predicar en el desierto.
Nadie va a ceder, nadie va a sacrificar sus intereses personales y de grupo por el bien común.

¿Se acuerdan de ese concepto: “El bien común”? Nos ha costado, pero al final entre todos -medios incluidos- lo hemos dejado vacío de contenido.