De las tres ocasiones en las que la sangre del mártir más famoso del Mezzogiorno se licua -estratégicamente situadas en la primavera y finales de verano y otoño- los napolitanos recomiendan a los viandantes piadosos como “la piu emozionante e solenne” -y, por supuesto, la más concurrida- la del 19 de septiembre. Hoy se viven unas vísperas emocionantes y mañana, en el majestuoso marco cardenalicio, la más alta jerarquía católica de la archidiocésis -o en su defecto, un delegado ad honorem- oficiará la eucaristía que conmemora el martirio del patricio Prócolo, perteneciente a la poderosa familia de los Ianuarii, convertido a la fe de Cristo y elegido obispo de Benevento, y condenado a muerte y ejecutado durante la persecución de Dioclesiano en el año 305, la última que tuvo carácter general, y elevado a los altares como San Jenaro. Rehusó con energía renunciar a la fe y celebrarla públicamente, pese a las proscripciones imperiales, y salió ileso de su paso por un horno de leña donde le metieron como castigo público; luego fue echado a las fieras, junto a los diáconos Sosio y Festo y los lectores Desiderio, Eutiquio y Acucio pero los animales, ante el asombro de los paganos, no atacaron a los prisioneros que, unas horas después, fueron decapitados. En medio de la emoción general, el oficiante muestra la cápsula sanguínea a los fieles y la deposita ante la imagen-relicario (el busto contiene el cráneo del mitrado) mientras se escucha, como en un armónica colmena, la fervorosa oración de los asistentes. Casi siempre, ocurre el prodigio. Y un servidor da fe de haberlo contemplado. La tradición no cuenta quiénes, ni en que circunstancias, recogieron la sangre del mártir sureño, pero sitúa en el siglo XVII el milagro de la licuefacción que, si bien la prestigiosa revista Nature, desde hace un cuarto de siglo, justificó el proceso en elementos como el cloruro férrico y el carbonato cálcico, no aventuró entonces, ni ahora, hipótesis alguna sobre el contenido de las ampollas de cristal que trasmutan su contenido terroso en sangre fresca, ante la esperada emoción de la gente que saluda con alegría “un miracolo che porta una grande notizia e fortune per la città ei cittadiniun”. La cita, dedicada en exclusividad a los naturales, coincide con el primer domingo de mayo y la última, fijada el 16 de diciembre, es el homenaje popular y litúrgico al patrón que, en la mayoría de los años, repite el prodigio para pasmo de los turistas y gozo y orgullo de sus fieles.