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después del paréntesis > Domingo-Luis Hernández

Madrid 2020 – Por Domingo-Luis Hernández

   

La derecha española, que se ampara en el nacionalismo patrio para mejor ser entendida, afirma y reafirma que el mundo (es decir, el COI) le ha pasado cuentas que no merece. Y ante semejante altura, a uno que, por cierto, también sufre de vértigo al ser tocado por eso del catalán, es decir, por aquellos que anduvieron contentos con el mundo, muy contentos, a causa del apoyo de todos a la Barcelona del 92 y ahora ni pagándoles (¡Madrid el enemigo!), ante semejante tenor (digo) no es extraño que los pobres mortales de este país, que ni estamos instruidos en tales fatigas ni la patria nos da para semejantes ardores, suframos de escalofríos durante varias noches. Porque esta derecha es así. La culpa es del chachá y del PSOE, que no apoyó como debía de apoyar. Y si no andamos por estos lindes y fronteras, los de afuera no han entendido nuestro idioma (o el maravilloso inglés de la señora Botella). El proyecto era exquisito, como el jamón y la tortilla. Esto es, tres veces y a la cual peor y no hay autocrítica, no miran hacia atrás ni para ver.

Mis amigos ingleses me lo contaron: cuando Londres pidió organizar los Juegos que le otorgaron ni el comité olímpico ni las autoridades propias en cuestión habían expropiado los terrenos en los que iban a construir la infraestructura olímpica. Pero, ¿por qué se los dieron? En primer lugar, porque hablamos de un país civilizado, formado e ingenioso. En segundo lugar, el proyecto convenció por lo novedoso, vanguardista y singular que resultaba: la unión entre desarrollo y sostenibilidad. Eso al COI le llega al alma, no alguien que se presenta allí vendiendo (porque no andamos bien) unos Juegos austeros sin ninguna primicia e infraestructuras para el año 2020 de hace ya más de 10 años. ¡Sorprendente!

Y luego está lo particular. Londres es la capital de un país serio, consecuente, solvente; Tokio es la ciudad de un país serio, consecuente, solvente. Eso es lo que se vio en la presentación: la brillantez, la seguridad, la síntesis, la maravilla de Tokio. Madrid: inopia que llega hasta la vergüenza de alguien que no sabe inglés y quiere explicarle a los argentinos y al mundo que ella sabe inglés, como el políglota de su marido (¡el grande!) que maneja ese idioma como un natural de la Nueva Inglaterra y no digamos el texano. ¡Sorprendente!

Eso fue lo que ocurrió; de ahí que estemos incluso por detrás de Estambul, y además por muchos votos. ¡Bendito sea Dios, Turquía, territorio antaño de moros!

Y es que cuando alguno de nosotros escribe que España es un país increíble, quien lo lee, a saber desde qué posición, acaso deduzca que andamos de rebajas con el gobierno o somos amantísimos de las metáforas; y no lo es. La expresión es cierta, más aún, radicalmente cierta: España es un país que no se puede creer.

Dicen que un miembro destacado del COI lo expuso en voz alta: “¿cómo se les ocurre a estos españoles pedir organizar unos Juegos Olímpicos con la situación económica en que están?”

Entonces la derecha vista sale a la luz para decir “hemos salvado a España, ya dejamos la crisis atrás”, o lo que es lo mismo, lo del tesorero del partido en la cárcel es una cosa, la del resto otra, Cospedal en su punto y al Presidente de la nación, que miente en la Cámara del pueblo, ni tocarlo.

Eso lo sabe el mundo, esa ignominia la conocen los que votan en el COI, y por eso deciden: Japón por muchos puntos y Turquía mejor.