Las pensiones de jubilación serán pronto una antigüalla del pasado socialista, masón y manirroto, pero la metafÃsica está ahora al alcance de todos. A lo largo de este mes se están desarrollando unas conferencias en Santa Cruz de Tenerife que, bajo el modesto epÃgrafe Charlas de metafÃsica, abordan asuntos como La ley del mentalismo: todo es mente, La gran Invocación, Las Siete Leyes Universales y su aplicación práctica o la que parece más prometedora, Te regalo lo que se te antoje. Contra lo que podÃa deducirse del contenido del ciclo, las conferencias no se impartirán en un frenopático, en naves industriales abandonadas o debajo de los puentes de la capital tinerfeña. Para nada.
A fin de facilitar el acceso a esta luminosa sabidurÃa instituciones como el CÃrculo de Bellas Artes de Santa Cruz o la Casa de la Cultura, sede de la biblioteca pública provincial, han cedido gustosamente sus instalaciones, asà como varias librerÃas privadas y centros vecinales. Lo que venden estos afables charlatanes nada tiene que ver, por supuesto, con la reflexión metafÃsica que forma parte sustancial de la filosofÃa occidental. Si por el camino atropellan a Aristóteles o a Kant ellos se lo han buscado. No, lo suyo es la llamada MetafÃsica Cristiana, un engrudo de estupideces y guanajadas que tiene como principal referente a Cony Méndez, la madre fundadora y maestra ascendida. Juana MarÃa Concepción Méndez fue una actriz venezolana, nacida en el seno de la alta burguesÃa caraqueña, que fundó a finales de los años treinta un supuesto movimiento espiritual, transformado y organizado, después de la II Guerra Mundial, como una secta de creciente éxito por todo el paÃs. Sus libritos se vendieron por docenas de miles de ejemplares y la propia Méndez dirigió con mano firme el negocio hasta su muerte en Miami en 1979. Como todas las sectas esotéricas contemporáneas, la chusca metafÃsica de la señora Méndez y compañÃa pretende sintetizar un batiburrillo de creencias y supersticiones recogido de la teosofÃa, el rosacruzismo y seudotradiciones vagamente orientalistas, con unas gotas verbales de cientifismo disparatado, como su invocación a átomos y electrones.
Es una oferta de trascendencia licuefacta y milagrera para tiempos amargos y gentes desesperadas y resulta repugnante que instituciones públicas les sirvan de cobijo y coartada. En cuanto a la interminable decadencia del CÃrculo de Bellas Artes se comenta con su propia programación: de Bretón, Peret y Gaceta de Arte hasta doña Cony Méndez y sus mariachis metafÃsicos se arrastra un alma arruinada que ya no resucita ni el conde de Saint-Germain.