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Un país extranjero | La automutilación es el problema – Por Juan Cruz y Juan Manuel Bethencourt

   

Un país extranjero – Por Juan Cruz

Lo conté el otro día en la radio, no sé si me escuchaste, Juan Manuel. Es muy breve, y te lo repito porque quiero saber sinceramente cómo ves el momento que estamos viviendo en relación con la propuesta del gobierno de la Generalitat y sus socios, y muchos más que salieron a la calle el 11 de septiembre, de independizarse de España. Te cuento mi historia, pues, y mi sensación, para compartirla contigo y con los lectores de DIARIO DE AVISOS.

El primer nombre catalán que aprendí era húngaro, Ladislao Kubala. Y luego vino por la radio un nombre coruñés, también del Barça, Luis Suárez. Siguieron llegando Antonio Ramallets y otros mitos. El tiempo, la música y los libros trajeron a mi pueblo los nombres de Joan Manuel Serrat, Raimon, Salvador Espriu, Juan Marsé o Nùria Espert. Manuel Vázquez Montalbán nos explicó España desde Concha Piquer y cantábamos Diguem no como si fuera nuestra. El catalán fue parte del alma. Nos hicimos así, con esos nombres, y por eso ahora es lícito decir que me suena muy extraño que tantos quieran que Cataluña sea un país extranjero.

¿Qué sensación tienes tú? Ayer almorcé con un buen amigo, escritor madrileño nacido en Valencia; él decía que el Gobierno actual no le ha dejado salida a Artur Mas, que el Estado español ha arrinconado las aspiraciones catalanas, y que lo que ha ocurrido es consecuencia de eso: el Estado ha alimentado el ansia independentista. Por la tarde me encontré con un señor en la presentación del libro Los ingenuos, de Manuel Longares. Me dijo: “Me produce escalofrío esa expresión, un país extranjero”.

¿Qué te produce todo esto, qué crees que pasa?

La automutilación es el problema – Por Juan Manuel Bethencourt

Creo, querido Juan, que la sociedad catalana, y habría que dedicar algo de tiempo a los porqués, está perpetrando una automutilación en toda regla. Cuando los conflictos se recrudecen siempre salen ganando las soluciones más radicales, en la medida que las perspectivas moderadas, por ser consideradas tibias, actúan a la defensiva. Leí con alarma el sondeo de Metroscopia según el cual no sólo el PSOE y el PP pierden implantación en Cataluña; también cae CiU, que cede ante el empuje de Esquerra. En el otro fiel de la balanza se ubica Ciutadans, es decir, populismo españolista de brocha gorda. Me has hecho recordar una entrevista celebrada hace años en el Hotel Aguere de La Laguna. Al otro lado de la mesa estaba José Luis Carod Rovira, entonces vicepresidente catalán, líder de ERC, personaje polémico y enamorado de su propia condición polémica. Al final de la charla le pregunté lo siguiente: “¿Entonces Manuel Vázquez Montalbán y Eduardo Mendoza son cultura catalana o no?”. Su respuesta fue fulminante, categórica: “No, ellos no son escritores catalanes, la única cultura catalana es en idioma catalán”. No pude salir del asombro durante un buen rato. La automutilación, de cualquier naturaleza, es siempre un pésimo negocio, y eso es algo que intento llevar a gala en mi propia existencia. ¿Somos tinerfeños, canarios, españoles, europeos? Pues todo a la vez y en su máxima expresión, que no hay necesidad alguna de ir parcelando identidades. Creo que Cataluña, su sociedad, ha entrado en una deriva peligrosa, que tiene que ver con la mezquindad política de nuestra democracia en tiempos recientes. Demasiadas promesas incumplidas, bravatas en clave electoral, medias verdades y mentiras completas que han llevado a la gente a abrazar el mito del paraíso perdido, la nostalgia de lo no vivido. Así habló Azaña: “Vendría a ser, sin duda, el pueblo catalán un personaje peregrinando por las rutas de la Historia en busca de un Canaán que él solo se ha prometido a sí mismo y nunca ha de encontrar”.