No se les conoce tÃtulo, académico, digo, ni profesión: nunca trabajaron por cuenta ajena, ni propia. La inmensa mayorÃa de ellos se engancharon a las primeras elecciones democráticas, allá por 1979, y todavÃa siguen chupando de la polÃtica. Pero no sólo se montaron en los vagones de UCD (desaparecida), PSOE y PP (antigua AP), sino también en IU (antes PC) y en los partidos nacionalistas (catalanes, vascos, gallegos, andaluces y canarios). PodrÃa hacer una lista interminable, con nombres y apellidos; pero no lo creo necesario: por la cagada se conoce al pájaro. Esta familia de rastrojos de la polÃtica contribuye de manera decisiva a que no se produzcan avances de reformas democráticas. No moverán ni un dedo para restituir la confianza del pueblo en ellos mismos, no les preocupa lo más mÃnimo que pensemos de ellos en clave de gandules y chorizos. Y no sólo eso, sino que además se han convertido en protagonistas de la inestabilidad polÃtica y la corrupción. Insisto una y otra vez en ello, pero mi humilde pensamiento y voz parecen no traspasar el cÃrculo local. Por ello me parece vital que alguien con mayor influencia y fuerza recoja el guante, y como el eco, retransmita el universal mensaje: las reformas democráticas y constitucionales sólo son posibles con la revolución pacÃfica e incruenta. Nos engañan impunemente, se alÃan con aquellos que les garanticen el cargo y el suculento salario. Nos exigen 40 años de cotización para jubilarnos, y ellos, con cuatro años en el cargo, se garantizan una jubilación. Enchufan a los familiares y amigos, sin que se les exijan tÃtulos y conocimientos para el desempeño de las funciones. Nos mienten, y en lugar de rectificar y asumir responsabilidades, se amparan en el voto que les hemos dado. Nos recortan derechos legales, pero ellos se los incrementan. Cometen un delito y son aforados ante la ley, lo que significa que no somos iguales ante la justicia. ImagÃnense, hablamos de los ¡rastrojos de la polÃtica!