Hace unos días en una intervención radiofónica planteaba que uno de los factores que genera un bienestar más estable en las personas es el sentido que damos a nuestra vida, ante dicha afirmación uno de los oyentes preguntaba si en realidad existía dicho sentido. Esta es una de las preguntas que nos llevamos haciendo los seres humanos desde el comienzo de nuestra existencia, desde la psicología, la filosofía, la religión… Las respuestas parece que nos conducen a un objetivo final, sentirnos autorrealizados, o como se aporta en la propia Biblia saber cómo aprovechar nuestros talentos.
Las personas nos preocupamos por encontrar sentido a nuestra vida. Intentamos averiguar la lógica que está detrás de las cosas que hacemos día a día, y al encontrar sentido a nuestra vida, este va a incidir directamente sobre nuestra felicidad. Decía Viktor Frankl que “el preocuparse por hallar un sentido a la existencia es una realidad primaria, es la característica más original del ser humano” , por esta razón el hombre dirige todos sus esfuerzos a encontrarlo, y perdemos mucho tiempo preocupándonos en esa búsqueda con lo que nos olvidamos de vivir, perdiendo de vista el objetivo, es la pescadilla que se muerde la cola.
Por otra parte, las personas queremos ser felices, pero sin querer tomamos atajos hacía la felicidad. Nos centramos en fomentar aspectos que potencian una felicidad no duradera, ya que se dirigen principalmente a fomentar las emociones positivas como la alegría, la satisfacción o el amor, pero no las saboreamos en profundidad. Estas vivencias aportan bienestar, pero efímera, ya que están descontextualizadas en muchas ocasiones. El problema es que olvidamos saborearlas, estar presentes mientras las vivimos.
Es lo que conocemos como los placeres diarios. Otras personas piensan que utilizando las recetas que les han servido a otros podrán aportar más satisfacción a sus vidas, pero al final vivimos experiencias totalmente despersonalizadas, es decir, no las asumimos como propias y por eso no inciden como deberían en nuestro bienestar. Aquí el sentido es uno de los factores que aporta un valor estable a nuestro bienestar, que en palabras de Martín Seligman consiste en poner tus virtudes y talentos al servicio de alguna causa que sientas como más grande que tu. De esta manera dotas de sentido a toda tu vida. Es sentirse que perteneces a algo grande, que te ayuda a trascender. A sentirte en contacto contigo mismo, poniendo en juego todos tus talentos, tus virtudes y fortalezas. Vamos a buscar sentido de verdad a nuestra vida.
*PSICÓLOGO Y MIEMBRO
DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA
DE PSICOLOGÍA POSITIVA