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Cine y caramelos – Por Rafael Martínez Simancas

   

Podría contar la historia de una ciudad a través de sus cines cerrados y reconvertidos en clónicos supermercados de cadena multinacional. También podría hacerlo a través de sus teatros pero tendría que tirar de hemeroteca porque ese abandono se produjo mas hace tiempo, (si pueden miren el estado del Teatro Cervantes en Tánger, un teatro que sigue dependiendo del Ministerio de Cultura español y que se cae a cachos, literalmente).

Los cines de Madrid en los que vi de niño luchar a Tarzán contra los cocodrilos y luego me quedé absorto con el galopar de la Caballería en genuino programa doble ya no existen. La piqueta les llega un día pero antes les llegó el abandono y dejaron de ser rentables, a fin de cuentas un cine proyecta ilusión sobre una lona pero antes es un negocio como cualquier otro. En algún momento dejaron de interesarnos los cines y es posible que esté ligado a la oferta de las televisiones o a la comodidad de hacer click sobre una tableta digital pero les prometo que no es lo mismo ver Mogambo en pantalla grande que en la palma de la mano. Cantaba Pedro Guerra una hermosa canción de gratitud a aquellos cines de barrio: 25 pesetas, y seguía: “cine y caramelos”. Prefiero la versión de Alba Molina, será por cariño a Lole, su madre. Ahora la entrada de cine cuesta una fortuna, (gracias a Wert que no afloja en el IVA); las salas son tan asépticas que parece que has entrado en un quirófano, si comes pipas te miran con recelo pero si te zampas una hamburguesa sería lo mas normal. Las nuevas salas son el elogio a la cultura de las palomitas.

Si la gente no va al cine es porque la oferta no les convence, salvo casos contados. Nuestro cine, el español, está tocado del ala porque los actores han decidido ser antipáticos por sistema y el público no está para que les regañen. Y no lo digo solo por planteamiento ideológico, cada quién es muy suyo, lo confirmo como realidad palmaria: algunos actores españoles caen mal y hacen todo lo posible por aumentar su mala fama. Uno de los principios del marketing es no ahuyentar a tus clientes porque luego no vuelven.

Donde Bogart besaba a Ingrid Bergman, o Jack Lemmon tuvo un Apartamento hoy ofertan carne de vacuno a buen precio. Y entre esas galerías con leche, yogures y cereales, galoparon sioux y bisontes.

Habrá que tener cuidado con no molestar al espíritu de Toro Sentado, guerrero valeroso después de desaparecido. Será por eso que no pruebo la carne de caballo.