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Conmigo que no cuenten – Por David Sanz

   

Ha pasado algo más de una semana desde que se hizo pública la decisión que adoptó la nueva directiva de la Sociedad La Cosmológica para intentar traer el escudo franquista que preside la fachada del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane a la institución, si es que finalmente la Corporación decide retirarlo, tal y como le obliga la ley, por otra parte. En este tiempo he hablado con algunas personas que ven con buenos ojos esta decisión y son favorables a la misma. Además, he tratado de reflexionar en frío sobre este asunto. Pero sigo sin entenderlo y me sigue produciendo la misma decepción que una institución, que nació con una clara naturaleza ilustrada y vocación científica, vaya corriendo a la caza del aguilucho que simboliza la etapa más terrible de la historia del siglo XX de nuestro país. El oscurantismo, el miedo, la represión, el autoritarismo fueron, entre otros, los elementos que caracterizaron a un país sojuzgado por un tirano. Valores que chocan de frente con los de esta institución centenaria de Santa Cruz de La Palma. Por mucho que La Cosmológica atesore un fondo patrimonial de escudos, este siniestro símbolo del horror está demasiado fresco en nuestra memoria para que pidan ser custodios del mismo. Cuando en La Palma todavía hay muchas personas que buscan en los barrancos a sus familiares asesinados por la brutalidad que simboliza ese escudo, me parece aberrante que La Cosmológica quiera apropiarse de ese legado. Afortunadamente, las dificultades económicas que asolan a esta entidad le impiden este siniestro traslado, que a lo mejor habría que hacerlo bajo palio. Pero solo el hecho de hacer pública esta intención me parece muy triste. Como el día que adoptó la decisión de que llevara la denominación de Real. Otra aberración para una institución que debería carecer de cualquier distinción que no sea la del saber y el conocimiento, que está en manos de todos y no, precisamente, de una forma de poder unipersonal, hereditaria y vitalicia. A mí me han decepcionado profundamente y me daré de baja de ese carro. No me siento cómodo donde se maneja un concepto de cultura tan desgajado de la moral. Habría que retomar la mirada de Walter Benjamin sobre la historia, en la que más allá de una mera cadena de acontecimientos ve “una única catástrofe que acumula sin cesar ruinas y más ruinas”.