Hace unos días dos noticias entraban de forma simultánea en los portales digitales de los principales periódicos. Berlusconi, condenado a varios años de cárcel, se encaminaba hacia su expulsión del Senado y seguramente hacia el fin de su carrera política. Roca, el llamado cerebro del “caso Malaya”, era condenado también a varios años de cárcel. Sin entrar en consideraciones judiciales, la suerte de ambos personajes era esperada por la gran mayoría de una sociedad harta de pedir justicia. Como sucediera hasta la entrada de los años noventa los teletipos de las redacciones “echaban humo” por noticias como estas. En esos momentos, esas dos noticias procuraban a esa gran mayoría de esa sociedad hastiada una satisfacción si no desbordante, por lejana, sí innegable. A falta de buenas noticias para la vida común de los ciudadanos, estos ejemplos muestran que los malos casi siempre acaban entre rejas. Me refiero en estas líneas a aquellas personas que utilizan su maldad para sacar provecho de los diferentes poderes de esta sociedad. Usted, estimado lector, me dirá: “Por cada uno de estos personajes execrables que es condenado a los suficientes años como para que no evite la cárcel, cuántos se libran de ella con numerosas argucias”. Este tipo de malo no lo parece. Históricamente ha pertenecido a una posición social que le ha permitido hacer y deshacer a su antojo. Posee recursos suficientes como para ocultar sus perversidades. Estos malos no se encuentran entre el ciudadano de a pié. Generalmente, ataviados con traje y corbata, de mueven entre despachos. Existen muchos malos tratando de evitar el momento en que caminen hacia la cárcel. Aquí, en Canarias, también. ¡Un malo! ¡Un malo! ¡Un maaalo!… ¡Un malo! Los ciudadanos tienen, tenemos, que conocer y sentir esa misma satisfacción del niño del spot publicitario por un palo. Un malo, otro malo entre rejas. Un malo, como un palo, también es una pieza, no precisamente de madera, generalmente cilíndrica y alargada, capaz de lanzar hechizos de hasta diez años de duración. Hazte con uno y conviértete en el caballero más temido de tu zona. Esos hechizos acaban cuando caen los malos.