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Del Teide al Ebro – Por Miguel González Santos

   

Me escribe mi amigo Marcos Bello para comentarme su intranquilidad por lo que sucede en el Teide. También me pide apoyo para difundir su malestar y el de muchos montañeros. Todos estamos un poco desconcertados ante la aparente contradicción entre la engañosa publicidad oficial, -que invita a visitarlo-, y la carencia de facilidades para hacerlo.

¡Verdaderamente kafkiano! La primera queja que comparto con mis compañeros caminantes es que, para ascender la montaña del parque nacional más visitado del país, forzosamente ha de recorrerse la pista de Montaña Blanca, -agotadora para el visitante nada más empezar-, debido a las dos horas adicionales de trayecto innecesario. ¿Por qué no se habilita uno de los senderos antiguos para hacer más corto el trayecto de Montaña Blanca? No es de extrañar que la gente llegue al pie del Teide cansada y fatigada. Ya en ese estado de agotamiento, si por fin consigues llegar hasta el refugio, el precio para dormir, apenas cuatro horas, es de 24 euros. Esa cantidad habrá de pagarse por adelantado en las oficinas del parque, si quieres la reserva de plaza. Y todo eso, contando con que se llegue a tiempo y predispuesto a dormir, soportando la falta de higiene de los edredones, que siempre mantienen el aroma pedestre del anterior visitante. Para colmo, el refugio se cierra a las once de la noche y no se permite la entrada, si por mala suerte llegas pasada esa hora.

De nada te serviría que hubiera plazas libres, aunque las pagaras allí. Es decir, que tienes que quedarte por fuera; a la intemperie. Pasando frío, con evidente riesgo, además, si llevaras la indumentaria precisa y más ligera, con la idea preconcebida de pernoctar a cubierto. Ni un triste sillón o techo bajo el que aguarecerte de las inclemencias del tiempo. Se preguntan mis amigos senderistas también por qué el refugio lo administra la misma compañía concesionaria del teleférico, subcontrata del Cabildo. Yo también me lo pregunto, si nos atenemos a que, por el nivel del negocio, podrían mantener unas instalaciones modélicas. Miguel Pérez Carballo, autor de las mejores guías de senderismo de Tenerife, también ha compartido conmigo su duda: ¿cómo contribuyen los adjudicatarios del teleférico a compensar sus beneficios, no solo manteniendo en “buen estado” el refugio, ya que se aprovechan de tanto turista que produce un enorme impacto paisajístico y medio ambiental? Alguien tendrá que contestar a estas preguntas que nos hacemos los amantes de la montaña.

Miguel también reivindica que el camino, por su tremendo valor patrimonial, debería ser el original, porque además de ser más suave es el que subió toda nuestra gente, -como un tatarabuelo suyo que iba por azufre y hielo para llevar al Puerto- y por ser la misma ruta de todos los viajeros históricos, incluido Humboldt. Marcos, por otra parte, no pierde la esperanza. Y en el tiempo de la espera por soluciones, se ha dedicado a ordenar, con su hermano Imeldo, el valioso archivo fotográfico de su bisabuelo Marcos Baeza Carrillo, de su abuela Ramona Baeza y de su padre Imeldo Bello Baeza, pionero de la fotografía y del senderismo en Las Cañadas, junto con Telesforo Bravo y Luis Espinosa, entre otros ilustres precursores ecologistas. Y no solo eso. Mis amigos, los dos hermanos Bello García, -de casta de fotógrafos les viene-, darán a conocer en breve las mejores y más precoces instantáneas del Teide a mediados del pasado siglo y una gran sorpresa: la colección inédita y espectacular de su padre sobre la Guerra Civil Española por tierras del Ebro. Enhorabuena por vuestro buen trabajo.