A algunos responsables populares les ha sentado mal el discurso de toma de posesión del nuevo presidente de la Audiencia, Astor Landete. Por “excesivamente político”. Yo no sé en qué país viven, pero en el que vivo yo enciendes la televisión y ves a los magistrados del Supremo o de la Audiencia Nacional dando entrevistas como si fueran estrellas de cine. Tener opiniones políticas es consustancial a la vida democrática. Y expresarlas, con prudencia, un derecho inalienable. Leyendo atentamente el discurso de Astor Landete uno no encuentra más que afirmaciones sensatas. La de que los bancos tienen la obligación moral de devolver el dinero que se les ha prestado es incluso candorosa. Los bancos (sus dirigentes) tienen la moral de los dividendos.
El presidente Obama logró beneficios cercanos a los 30.000 millones de euros con su rescate a la banca norteamericana. Es lo bueno de los capitalistas puros frente al meapilismo europeo. Es posible que nunca veamos parte del dinero que se ha gastado en reflotar a la banca pública española (léase cajas) por los mismos partidos políticos, sindicatos y patronales que las hundieron. Así que la reflexión del señor Astor Landete no carece de razones. Tampoco su recuerdo de las penosas consecuencias de la burbuja inmobiliaria, el boom del ladrillo y el hormigón (con origen en el turismo y las ayudas europeas para infraestructuras) que crearon una anomalía en el IPC y en el mercado laboral. Es posible que no haya hilado fino al pedirle a los hoteleros que no se aprovechen de la legislación laboral para despedir gente y que creen empleo. Primero porque los principales hoteleros canarios no están aquí sino en Baleares, Madrid, Barcelona, Londres y otras ciudades europeas.
Y segundo porque si no fuera por los hoteleros en particular y el turismo en general, que dan trabajo a siete de cada diez currantes en Canarias, ni el nuevo presidente de la Audiencia ni un servidor de ustedes podríamos cobrar nuestros respectivos salarios. Tal vez el mayor malestar lo hayan provocado sus críticas a una reforma que ha encarecido la Justicia. Los políticos han convertido los tribunales en el lugar donde resolver los conflictos del patio de monipodio de la partitocracia nacional ocupando a pocos jueces, con pocos medios humanos y materiales a veces obsoletos, en servir de espita para la olla a presión de la opinión pública. Y les fastidia que se lo digan. No es más triste la verdad, lo que no tiene es remedio.