El revés y el derecho > Juan Cruz / Juan Manuel Bethencourt

De donde uno es/Un homenaje al padre – Por Juan Cruz y Juan Manuel Bethencourt

De donde uno es – Por Juan Cruz

Me decías el otro día, querido Juan Manuel, aunque en un mensaje privado que ahora hago público con tu permiso, que te gustaría que con la frecuencia que fuera precisa sería bueno abordar asuntos canarios en estas cartas que hemos titulado El revés y el derecho, en homenaje a nuestro querido Albert Camus. Como hoy me toca el revés, cumplo con el reto y escribo de lo primero que viene a mi mente cuando me refiero a Canarias. Dice nuestro común amigo Juan-Manuel García Ramos que mis dos temas son el patio de mi casa y Domingo Pérez Minik, el inolvidable don Domingo. Es cierto. Mi casa es el centro de todas mis metáforas, al menos desde 1981, cuando murió mi madre. Desde entonces he indagado en mi infancia en el Puerto de la Cruz, desde el patio de mi casa a la playa de Martiánez, desde La Vera hasta el Taoro, desde el barranco hasta el muelle. Esa infancia, y la inmediata adolescencia, marcaron mi vida y mi trabajo; si no hubiera sido por lo que aprendí entonces quizá ni hubiera sido periodista ni hubiera sido otra cosa que la continuación de los oficios que inicié de chico. A uno lo forja la infancia, lo que oyó entonces, y yo permanezco oyendo lo que oía cuando aún no sabía reproducirlo por escrito. Tengo tal gratitud a ese tiempo que me resultaría imposible pensar en Canarias sin el aire de aquellas plataneras o el olor de los lápices de las escuelas o el sonido de las atarjeas. Ahora estuve, por otra parte, en el Puerto de la Cruz, viendo a antiguos amigos que ahora son tan veteranos como yo, y viendo, por ejemplo, la puesta de sol que se contempla desde el bar Alberto´s, en el Taoro. Estuve también con maestros, con colegas del periodismo, paseé aquellas calles y olí aquellas flores y aquellos árboles. No es un ejercicio de nostalgia, te lo juro; esos recuerdos son la realidad que uno completa viviendo cada día. Ya que querías Canarias, ahí tienes mi visión, de ahí soy, de esos patios, de ese barranco, de aquella vida.

Un homenaje al padre – Por Juan Manuel Bethencourt

Sea entonces el Puerto de la Cruz, querido amigo. Mis recuerdos infantiles están asociados a la ciudad turística, que en el caso de mi familia era lugar de acogida cada mes de agosto, del 1 al 31 sin falta. El jolgorio arrancaba por la TF-5 a bordo de un Mini de color rojo conducido por mi madre, misteriosamente amplio para acoger a cuatro personas, multitud de enseres y hasta un tendedero, camino de un destino indudable, los apartamentos El Risco, el lugar de mis primeros veraneos, propiedad de la familia de quien hoy es mi buen amigo Lorenzo Hernández. Tengo grabada esa estampa de los paseos vespertinos por la Plaza del Charco, la excursión al Lago Martiánez, las charlas imposibles con aquellos daneses que todo el rato reclamaban silencio, recuerdos que producen nostalgia de la buena, la que se vivió efectivamente y perdura sin trampa ni cartón. Lo tengo presente en un día como el de hoy (escribo estas líneas en sábado), siendo el cumpleaños de mi padre, nacido el día del Pilar de 1923 y fallecido hace ya más tiempo del que me atrevo a recordar, justo cuando uno arrancaba en este oficio de juntar palabras. Conoces mejor que yo aquella Canarias de los años setenta, tiempos de cambio, también de esperanza, cuando todo era nuevo y por ello ilusionante. Recuerdo a mi madre, una noche de vuelta al apartamento, expresar su temor a una inusitada concentración de jóvenes pancarta en ristre, de regreso de alguna manifestación de la etapa predemocrática, pero con más ganas, se atrevió a matizar mi padre acto seguido, “de juerga que de huelga”. Tu carta me hace mirar al pasado con especial atención a la figura paterna, y ahora rememoro algo que escribiste en Ojalá octubre, ese emocionante homenaje a tu progenitor. Un día miraste al espejo y enfrente estaba él. No veas hasta qué punto me ocurre ahora, y ya no sé si soy Juan Manuel o Antonio. Por ellos, por nuestros padres, y por nuestros hijos, y por nuestra tierra, vamos a hacer las cosas bien. Al menos vamos a intentarlo. Como dijo Kennedy: empecemos.