Generosidad y escultura – Por Juan Cruz
Hace cuarenta años un joven periodista isleño que no eras tú, pero que podrÃas haberlo sido si hubieras estado ya entonces en el oficio, contemplaba con asombro y fascinación profesional el esfuerzo generoso de un grupo de profesionales a favor de una idea que parecÃa una locura. Aquella idea, que era verdaderamente una locura, iba a ser la I Exposición Internacional de Escultura en la Calle, que convertirÃa a Santa de Tenerife en la capital del mundo del arte en la calle. Nació esa idea en el seno de la Comisión de Cultura del Colegio de Arquitectos de Canarias. Nombrar a uno solo de los numerosos profesionales que trabajaron en la arquitectura de esta insólita y atrevida iniciativa serÃa injusto con todos, porque todos arrimaron el hombro, con un objetivo, el de hacer partÃcipe a la ciudad de los beneficios del arte, de la durabilidad de la apuesta estética que constituÃa ese conjunto de esculturas de artistas muy diversos que, a su vez, manifestaron con generosidad su disponibilidad y su apoyo. Suelo decir que los proyectos más duraderos de los que ha habido en las islas recuerdo Los Sabandeños, la Fundación César Manrique y el Instituto cientÃfico que propulsó en la Universidad de La Laguna el profesor Antonio González. La I Exposición Internacional de Escultura en la Calle deberÃa estar en esa lista de proyectos importantes que han vencido la clásica indiferencia hacia lo que aquà nace y es importante. Ahora, ya ves, nuevas obras de Henry Moore se incorporan a las esculturas que ya habÃa, gracias a la iniciativa de las fundaciones Moore y Caixa, y a la receptividad del Ayuntamiento. Es una noticia que marca la conmemoración de estas cuatro décadas. Santa Cruz mira ya hacia aquella locura con la sensatez que merece; ojalá convierta lo que entonces fue una idea feliz en una realidad permanente. Aquello fue concebido como un regalo a la ciudad. Yo estaba allÃ, se me olvidaba decÃrtelo.
Método, locura y ejemplo – Por Juan Manuel Bethencourt
Hay método en mi locura, decÃa el Polonio de Hamlet en una de esas frases célebres de la literatura sin edad, querido Juan. Los profesionales que impulsaron la exposición de escultura en la calle, allá por 1973, pusieron mucho de lo uno y de lo otro para que aquella iniciativa viera la luz. Hay que ser muy metódico para aglutinar las voluntades colectivas al servicio de un objetivo común sin que el ego y el recelo mutuo echen todo por tierra. Aquellos arquitectos tinerfeños, gente viajada a pesar de las penurias de la época, fueron generosos por encima de todo, porque pusieron su agenda de contactos al servicio de un proyecto para la ciudad. Hay que estar un poco loco para atreverse en el empeño, allá en los primeros setenta, en los estertores del franquismo; en este sentido, hay que citar a una Administración que también puso su grano de arena al aceptar el regalo que una parte de la propia sociedad le ofrecÃa. La pregunta sin respuesta es que si aquello fue posible en un contexto tan difÃcil, por qué ahora se nos antoja una montaña insuperable emprender un proyecto semejante. ¿Hemos perdido reflejos, empuje, la opulencia nos aflojó el espÃritu y ahora en la escasez sólo sabemos lamentarnos? Otra cuestión que me llama la atención es la vocación cosmopolita que define a esta tierra, y que acaso hayamos perdido en el peor momento posible, cuando la globalización acelera y la Canarias fortaleza es menos viable que nunca. El ejemplo de la exposición de 1973 se nos presenta como un modelo de lo que fuimos capaces de hacer, y de hacer en contacto con el resto del mundo en beneficio de nuestro espacio público doméstico. No te lo creerás, querido Juan, pero yo también estaba allÃ. Desde mi aula del colegio de los Escolapios contemplé, tenÃa yo cinco años por entonces, la instalación de los Ejecutores y ejecutados, de Xavier Corberó, que entonces me parecieron sólo unos teléfonos colgados del árbol. Lo recuerdo como si fuera ayer. Y ahora la pregunta es: ¿quién demonios recoge el testigo?