Más de 25 años de lucha sindical, y no acabo de entender a que se debe la inmovilidad y pasividad de la inmensa mayorÃa de la sociedad española, en particular, de la clase trabajadora. Según mi hijo César todo tiene que ver con la derechización del pueblo, o lo que es lo mismo, la adaptación popular a la derecha española. Tiene sentido, pero difÃcil de digerir. A punto de cumplirse los dos años de aquel 20-N, nadie, incluida la derecha, tiene duda de las claves que le dieron a Rajoy la mayorÃa absoluta: la estafa electoral y el voto de la desesperación. Porque un servidor sigue pensando que el PP aprovechó el campo del desánimo y la impaciencia para captar el voto de la esperanza, y de esta manera, prometiendo lo que en conciencia y a sabiendas no podÃan, engañaron a los españoles con nocturnidad y alevosÃa. Y vaya que han logrado el objetivo: joder a todo el mundo, cargarse los derechos sociales y aniquilar a la clase trabajadora.
Para mà el punto de inflexión de la desmotivación y pasotismo de la sociedad española se produjo a raÃz de la aprobación de la Reforma Laboral, en los primeros meses de la legislatura, y a la que el ministro de EconomÃa, Luis de Guindos, no dudo en calificar de agresiva. Y se quedó corto el caballero. En realidad se trataba de una inquisidora reforma laboral en que el poder unilateral sobre las relaciones laborales se las entregaban a los empresarios.
Primero tocaba desarticular cualquier movimiento de la clase trabajadora contra Rajoy y el Gobierno. Después maniatar toda batalla de los empleados públicos a los que continuarán congelándoles los salarios. Y la última, anestesiar la conciencia de los jubilados, restándoles poder adquisitivo hasta lograr reducirles la pensión.
Es decir, está todo bien pensado y calculado: nos bajarán los pantalones y nos la meterán doblada y sin vaselina. Escúchame, si no quieres vivir de rodillas, hay algo que puedes hacer para que no te traten cómo a un esclavo tiranizado: ¡movilÃzate!