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Reflexiones / 1 – Por María Vacas Sentís

   

Manifestarse en las calles en forma de riadas de colores, concentrarse frente a los edificios oficiales, irrumpir en las entidades bancarias, desobedecer las normas ilegítimas e inmorales, plantarse para impedir la ignominia de los desahucios, fotografiar los abusos policiales en las calles, hacer correr la contra-información en las redes sociales, acamparse y hacer huelga de hambre… Sí, todo es válido, útil, imprescindible.

Todo puede servir como abono, como prometedora semilla, gota de lluvia que haga germinar la implicación de la gente, en ese deseable proceso hacia la toma de conciencia de los despolitizados, de los miedosos, de los conformistas…

Caminar sin desfallecer hasta que se dé una reacción unánime, y nos rebelemos radicalmente contra tanto recorte/reducción, contra este proceso de devaluación interna (o conversión en esclavos), que llaman reforma estructural, propiciado por esta dictadura financiera made in UE. Protestar, porque como dice Juan Carlos Monedero, cuando el poder desprecia estas herramientas nos cargamos de razón para sumar a más gente en la pelea, y en la búsqueda de instrumentos para desbordar una democracia que cada vez merece menos ese nombre.

Pero en este evolucionar desde la abulia futbolística y gallinácea hasta la lucha colectiva por la protección a fuego de los logros ganados tras décadas de lucha obrera, sucede que frente a la estresante velocidad de crucero que han tomado los ladrones del porvenir en la depredación de derechos sociales y laborales, con la corrupción gangrenando desde la cúspide a la base del sistema; o en el desmantelamiento del sector público en beneficio del privado; a golpe de decreto, sin vergüenza alguna, desde el cinismo y la prepotencia; nosotros parecemos avanzar mucho más lentamente. Nuestro comportamiento colectivo recuerda en su proceder al de unas bengalas breves que cada poco iluminaran con un fogonazo el panorama social, generando una sensación de momentánea esperanza por la satisfacción del deber cumplido, pero que luego se apagaran hasta el siguiente resplandor. No existe la deseable unidad de formaciones políticas y sindicales, junto a movimientos y plataformas sociales. Aún son endebles, demasiado endebles, la conciencia política y la organización. Falla la constancia de la hoguera, siempre bien caldeada por tenaces leños. (Continuará)

mvacsen@hotmail.com