Llegó la virgen y estalló la locura, como siempre, cada cinco años. La Bajada de la Virgen de Guadalupe desde Puntallana a San Sebastian fue apoteósica, desde la primera vez en 1872. La gente esperaba en la playa, tocando al unÃsono las inconfundibles chácaras y bailando en su honor, sin cesar. Cuando la proa azul de la pequeña embarcación mariana se divisó, al dar la vuelta a la punta del muelle, los ensordecedores vÃtores se mezclaron con los estampidos de los fuegos, que en forma de salvas lanzaron los gomeros, para dar la bienvenida a su patrona. En la arena, una marea humana llevó a la virgen en volandas hasta el Ayuntamiento. Luego, a la iglesia de la Asunción, acompañada en todo momento por los incesantes sonidos de las chácaras. Allà descansará unos dÃas, hasta que inicie el recorrido que la llevará a todos los pueblos de la isla, y de vuelta a San Sebastián y a su casa en Puntallana, en diciembre. Nunca hubo tanta gente en una Bajada, me dijo mi suegro, que es gomero y de San Sebastián. Quizá la crisis haya hecho que este año más gente se encomendara a la venerada imagen de la Virgen de Guadalupe, para pedirle trabajo que hoy serÃa casi lo mismo que un milagro. Por de pronto, el fervoroso y devoto discurso de Castilla fue un presagio, y que no hablara Casimiro, un prodigio. La estancia de la Virgen en la Villa promete ser memorable. La romerÃa, el domingo, fue todo un éxito. La gente se enfundó el traje de magos y magas y disfrutó en familia. Mi mujer, Ana, y yo compartimos mesa y lapas con la alcaldesa de Hermigua, Solveida, y nuestros compañeros y compañeras del CCN. Sin embargo, no pasó lo mismo al dÃa siguiente, cuando llegó la Virgen. El lunes fue un descontrol. Gente en bañador, en cholas y sin camisa, portaron a la Virgen, proyectando una desastrosa imagen al resto del mundo, a través de los numerosos medios de comunicación que acudieron a la cita. Delante, sin ritmo, una multitud de bailarines espontáneos y turistas atolondrados, algunos evidentemente cargados, tapaban los vistosos trajes tÃpicos de los grupos, mientras intentaban torpemente seguir los pasos de las isas [sic] que interpretaban las chácaras. Detrás, la Virgen no avanzaba en medio de un mogollón que nadie dirigÃa. Casi cinco horas de agonÃa para llegar a la Asunción, un verdadero vÃa crucis. A ver si la próxima vez, alguien dirige esto y coloca a los mejores grupos, con los trajes tÃpicos más vistosos, delante, a los despelotados, detrás, y a los cargados, fuera de la procesión. No es solo una cuestión de estética sino de respeto a la Virgen, y a los creyentes, que esperaron durante horas a que la incontrolada marabunta llevara a la Virgen a la iglesia, porque no hay que olvidar que es una fiesta religiosa.