El expresidente del Ejecutivo regional Manuel Hermoso ha sostenido la conveniencia de un gobierno de concentración en Canarias. No termino de entender bien sus argumentos, pero para Hermoso ese objetivo deviene una obviedad: la situación es tan extremadamente grave que requiere que todos los padrastros y madrastras de la patria se unan en un esfuerzo común, aun corriendo el riesgo de que Ignacio González termine ocupando una viceconsejerÃa. Lo del gobierno de concentración es un recurso dramáticamente excepcional que se emplea más como una jaculatoria que como una técnica de poder. Desde un punto de vista práctico no tiene ninguna utilidad. Los dirigentes y partidos polÃticos se mueven por incentivos. El único incentivo de quien ocupa la oposición (sea porque perdió las elecciones o porque un acuerdo polÃtico consiguió una mayorÃa parlamentaria) es regresar al poder desgastando al adversario. ¿Por qué el Partido Popular o Nueva Canarias admitirÃan asumir una cuota del desgaste polÃtico en esta coyuntura crÃtica y apenas compartir como socios minoritarios los muy hipotéticos réditos de una operación semejante? En absoluto es indispensable un gobierno de concentración, siquiera para afrontar una catástrofe como la presente y la imperiosa urgencia de trazar una estrategia inteligente, flexible e inclusiva que alumbre una senda de crecimiento económico y garantice y amplÃe la cohesión social y territorial de las islas. Basta con la voluntad polÃtica para consensuar acuerdos. Lo realmente pavoroso es que tal voluntad no existe y los grandes partidos optan por continuar con los estúpidos bizantinismos y las cluecas tácticas de los peores (o mejores) tiempos. Esta gente sigue creyendo que saltar como macacos borrachos de un titular a otro les servirá para algo, que fotografiarse junto a un subsecretario de Estado o pergeñar memeces en un blog son pruebas de una prodigiosa inteligencia propagandÃstica. Un ejemplo magnÃfico de esta negativa a tomar los acuerdos en serio como vértices de una estrategia polÃtica es la ocurrencia de redactar un nuevo Estatuto de AutonomÃa y remitirlo a la Cámara regional cuando hasta Paulino Rivero (y sobre todo él) sabe que no puede prosperar ese texto con la mayorÃa absoluta del PP en las Cortes. PodrÃa haberse ensayado con el PP un acuerdo de reformar parcial de algunos artÃculos muy concretos, como los referidos al REF, pero, sinceramente, eso, ¿para cuántos titulares da? ¿Para cuántos telediarios? ¿Para cuántos blogs?