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Dafo – Por Ylka Tapia

   

Un compañero de profesión, reacio a abandonar del todo la metodología analógica, me comentó que, a medida que conocía la toxicidad de ciertos comportamientos en Internet, menos le apetecía acceder a sus perfiles en las redes sociales y participar en la llamada “conversación”. Es comprensible si tomamos el pulso al clima de opinión apoyado por los medios de comunicación convencionales; la agenda informativa poco contribuye a una imagen positiva de la Red, menos a la alfabetización digital. No obstante, no atendamos a equívocos: las estadísticas no engañan, como el algodón, y los lectores, aun demandando contenidos de calidad, son agentes activos del “mercadeo” de la información en los soportes digitales, los que dictan la oferta. Más, ejemplarizando, con las cajas de comentarios en cada noticia y en las que se debería hacer un uso más provechoso, contribuyendo así al pluralismo y rigor periodístico.

Sin embargo, a pesar de las debilidades y amenazas, las fortalezas de los medios contribuyen a la publicitación de acciones sociales a un coste irrisorio, tales como #FreeTheArtic30: un grupo de activistas de Greenpeace, encarcelados por el Gobierno ruso por participar en una protesta pacífica contra una plataforma petrolífera en el Ártico, utiliza a la opinión pública internacional para presionar mediante el uso de recursos digitales (la blogosfera, principalmente). Y aunque los rusos no se dejan amedrentar por las protestas -se niegan a retirar los cargos por piratería que tienen una pena de hasta 15 años de prisión-, son otro ejemplo de cómo las comunidades en línea se convierten en altavoces para acceder a los espacios que aportan credibilidad: los informativos tanto en televisión como en radio y prensa. Porque son los profesionales de la comunicación quienes contrastan todo hecho noticioso, quienes garantizan que lo verosímil es real (sin olvidarnos de la tendencia autorregulatoria de las redes sociales. En Internet también se pillan las mentiras).

Toda crisis alberga una oportunidad. Y es en este desconcertante ámbito donde la profesión ha encontrado la suya. Porque el periodismo no tiene los días contados: todo lo contrario, ahora, más que nunca, se necesitan periodistas porque “en la lucha de ideas, las ideas que no se conocen, no luchan” (Luciana Mignoli).

@malalua