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Incredibilidad – Por Ramiro Cuende Tascón

   

Imposibilidad o dificultad que hay para que sea creído algo”. Vivimos tiempos perversos y lo digo porque no hay nada peor que la vida rodeada de inconfianza, tiempos en los que dudamos de todo por razones obvias. Salvo fenómenos naturales como el amanecer el atardecer la noche etcétera, el resto conlleva una carga de indocumentación e insidia que no permite vivir con algo de sosiego. Tiempos de asechanza a diestro y siniestro, nada es lo que parece. Hoy la información se mueve vertiginosa y es tal su magnitud, que lo que era un deseo idealizado, tener una noción diversa y amplia de la política, los sucesos, la vida, la ciencia y, tantas otras cuestiones, se ha cargado de desinformación, desasosiego y mentira, aun peor de espuriedad. Es tan fácil de crear y hacer llegar, que, con poca cosa, la mente de un descarriado y el dinero de algún que otro espabilado, se monta un medio que desparrama por la nube lo que sea menester. En estos caben todos los cangos y bastardos montajes que sea menester. Cuando escucho al de la sinrazón absoluta, al tal Maruenda hablar de Mariano esto y Rajoy lo otro, como si viviera en él. De la Botella y sus falsos deméritos mientras se desvive por Madrid, o de que el Supremo tumba el Mini-Vaticano, o del libro nuevo de quien le dije. Hablando de libros el otro día mi incredibilidad se desmoronó tras contemplar a Fidalgo sentado a la vera del expresi mientras este presentaba su nuevo libro -el que hace el número dos- de sus pesadillas, desmemorias, calandradas, e historietas a su auto mayor gloria. Libro que no leeré por respeto a mis humildes y calmas neuronas, una suerte de chisporroteantes conexiones a las que evito colapsar. Lo del hidalgo sindicalista me dejó listo, parecía representar al gobierno ausente en pleno ¡Cosas veredes, amigo lector! Se puede ser de CC.OO. y lucir equidistante entre Mariano y José María sin dejar de serlo. Estos cortesanos lances se dan en la Corte, como no puede ser de otra manera, y se repiten y simulan hasta el último confín de este reino que sigue descalabrado, desde que los Reyes Católicos reconquistaron Granada. Pensando en alto, menos mal que no les dio por demoler La Alhambra, era lo que tocaba. Son, estos, tiempos para la triste incredulidad ¿Qué le parece que tengamos que devolver entre todos el dinero que Europa le prestó al accionariado de la banca? De la mano del impasible presidente de España, al que le da igual que llueva café en el campo. Cada día creo menos, habrá que hacer algo.