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Obama es un camelo – Por Enrique Arias Vega

El espionaje masivo de Barack Obama a todo bicho viviente ha sido el último episodio de un presidente sobrevalorado y tramposo que incluso ha tenido la cara de negarlo en algún momento. Obama llegó a la presidencia de EE. UU. por su osadía, su juventud, su color y, sobre todo, el hastío producido por los dos mandatos consecutivos del nefasto George Bush. Antes siquiera de tomar posesión del cargo, se le comparaba ya a John F. Kennedy, otro que tal y que de no haber sido por su asesinato jamás habría alcanzado la categoría de mito.

Puestos a otorgarle méritos inexistentes, a Obama se le concedió el Premio Nobel de la Paz, cuando en realidad aún sigue enfangado hoy día en la guerra de Afganistán, no ha acabado con la ignominia del penal de Guantánamo y no ha dado los pasos hacia la paz entre árabes e israelíes que intentaron predecesores suyos como Jimmy Carter o Bill Clinton. Menudo pedigrí, pues, el suyo. Ya cuando su aspiración a la presidencia en 2008, su currículum evidenciaba todos los tics y de un político astuto y maniobrero que apenas si había intervenido en los asuntos públicos del país. En cambio, su oponente de entonces, el senador John McCain, había demostrado, y sigue haciéndolo en la actualidad, que es una persona con criterio propio, sin complejos partidistas y con capacidad de diálogo.

Al acabar su mandato, es posible que Barack Obama pase a la historia no por sus logros políticos, sino por haber roto en su día la barrera racial que había sojuzgado a la gente de color en su país. A falta de otros mejores, ese será un buen mérito para ser recordado por la posteridad.