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Apetito voraz de éxitos – Por Óscar Herrera

   

Llegó la primera derrota en dos meses, pero no por eso se debe variar la impresión que está dando este equipo hasta casi el final de la primera vuelta. Hoy en día, encontrar un grupo de trabajo tan comprometido como el que forma el CD Tenerife es harto complicado. 25 jugadores con sus egos y sus ambiciones; con la premisa que marca a todo futbolista, que piensa que siempre está para jugar. En cualquier grupo, grupúsculo o grupeto, la convivencia es difícil. Una pareja, un trío, un cuarteto, o hasta los 300 de la famosa película, que tuvieron alguna ligera discrepancia a la hora de organizarse para la Batalla de las Termópilas; siempre se encuentra algún motivo para que reine la discordia. ¿En el CD Tenerife todo es color de rosa? No, pero casi. La única bomba de relojería es la que tiene en sus manos Álvaro Cervera con el ostracismo de Sergio Aragoneses, pero mejor artificiero que el míster del Tenerife para desactivarlo, ninguno. Y encima los resultados lo avalan.

A partir de ahí, el secreto del éxito, aparte de las condiciones deportivas de seis jugadores, y la capacidad de este entrenador, radica en el bloque compacto y homogéneo que se ha creado. Un bloque donde la palabra compromiso brilla con luz propia, apagando por sí sola la palabra egoísmo. Decía Cervera el pasado lunes en Teide Radio que le daba pena la situación de “grandes personas y profesionales” como Aragoneses, Raúl Llorente o Luismi Loro, pero que a él le pagan por tomar decisiones, y que éstas las toma por justicia deportiva. Y a fe que lo está consiguiendo. La mejor manera de afrontar las adversidades es la unidad. Hace dos meses y medio, cuando el Tenerife navegaba en aguas turbulentas a pesar de que apuntaba maneras, la unidad del grupo salvó el bache a base de confianza. Todos a una. Cerraron filas en torno a Cervera y tanto el presidente cono el director deportivo estuvieron listos para respaldar abiertamente la labor del técnico. Ahora que vienen más tranquilas, y hay bonanzas gracias al anticiclón de los resultados, aquella firmeza está dando sus frutos. Sea como sea, para muchos el derbi ha marcado un punto de inflexión. Este tipo de partidos marcan tendencias. Positivas para el vencedor y negativas para el derrotado. Ya lo estamos viendo, pero habrá que esperar para comprobarlo de manera más fehaciente en los sucesivos partidos. Pasó el derbi y se perdió en Córdoba, y ahora hay que fijar el punto de mira en el duelo con el Sabadell para terminar este 2013 de manera casi impecable.

Me lo decía un amigo hace unos días: hacia años, muchos años, que no tenía esas sensaciones con el Tenerife, y eso es gracias a un puñado de futbolistas empeñados en salir cada partido a comerse al rival. Se llama hambre de éxitos; se llama ambición y apetito voraz por ganar.