Llueve, llueve y llueve. Ha llovido y está lloviendo como hace años no lo hacía. “Cuando llueve significa que tus dioses te están dando la bienvenida y que muy probablemente las puertas del cielo están abiertas”. Estas palabras se escucharon bajo una intensa lluvia durante el multitudinario homenaje a Mandela el martes en Johannesburgo mientras aquí, en Canarias, nos preparábamos para la que nos venía encima. A pesar del intenso y extenso seguimiento mediático que la figura del primer presidente negro de Sudáfrica desencadena estos días por su fallecimiento resulta irresistible sumarse a esta despedida. Al fin, los que crecimos en una cultura deportiva inmersos en el espíritu del balón ovalado podíamos disfrutar por televisión de una Copa Mundial de Rugby. En las dos primeras ediciones, en 1987 y 1991, no pudo participar Sudáfrica por su régimen del apartheid. Nueva Zelanda y Australia, sendos ganadores, maravillaban.
Sabíamos del potencial sudafricano, pero no era contrastado en un mundial. Tras el fin de este régimen racista, es este país africano su organizador en 1995. Hasta entonces este deporte en ese país era uno de los más claros símbolos de ese régimen racista. Solo jugaban los blancos. Liberado Mandela y llevado a la presidencia del país todos conocen los gestos históricos, políticos y deportivos. Con un solo jugador negro en sus filas Sudáfrica ganó el mundial ante una Nueva Zelanda con un portento de la naturaleza como era Jonah Lomu. Mandela bajó al césped vestido con la camiseta de la selección y entregó la copa al capitán sudafricano. Ahora se recuerda. La literatura y el cine lo inmortalizaron. En junio de 1995, las imágenes en directo por televisión hicieron saltar las lágrimas. Algunos calificaron el evento como una de las manifestaciones más impresionantes contra el racismo. Estos días se resaltan con letras doradas las bondades de Mandela. Su generosidad para con el hasta entonces su enemigo, reprimiendo las ansias de venganza de sus seguidores. Sus gestos fueron seguidos de acciones. Algo que en la mayoría de los gobernantes mundiales no fructifica. Sin embargo, en Sudáfrica la desigualdad racial de entonces ha dado paso a la desigualdad social de nuestros días. Hay ricos blancos y negros. Hay pobres negros y blancos. Seguirá lloviendo.