Va a ser un año desodorante. Me da. Para que esto huela mejor. Se hacen apuestas sobre 2014. Año es. Pero qué clase de año raro es este que ha empezado trasteando premisas sin parar, armonizando a Rajoy y Paulino Rivero (mañana le toca al Rey), alimentando el ego de ETA, imputando a la infanta terrible (que no recurre), matando de frío a la gente en Nueva York (pero literalmente), tupiéndonos a rayos y centellas en la madrugada de Santa Cruz, y lo de esa miss… Uno cree haber visto de todo (cree, al mirar atrás, ignorando que nada ha pasado todavía), pero esta es una historia que no se repite, estamos instalados en el adanismo y la boutade, y nada sucede para ser igual que antes, ni menos vulgar. Incluso, los sucesos (los macabros) se superan a sí mismos en tasa de horror (de nuevo, esa infortunada miss abatida a tiros con la familia). La mismísima corrupción, subestimada tanto tiempo hasta este rotundo “no” en el CIS, se sofistica y presuntamente se ennoblece (la infanta es la línea roja). La incontinencia verbal traiciona a Felipe González, ávido de notoriedad: dimite de Gas Natural por “aburrimiento”, dice (vaya), y tira por la borda un sueldo de 126.000 euros brutos/año, dándonos tanta lástima su tedio. Esas cosas. Obama se berlusconiza en un selfie con la rubia danesa y Hollande se fuga del Eliseo en moto para ver de noche a su amante actriz, y una revista rosa le pisa los talones. Francia se frivoliza y Europa se ultraderechiza de manera estólida e idiotizante. 2014 no será un año gris. Antes de tomar posesión de sus días, se nos anunciaba como el año fin. La luz al final del túnel y esas tonterías. Ahora vuelven temas que enterró la crisis: el cambio climático (lo hace la Casa Blanca), o el cándido consenso. Vuelve el Mundial y hoy el balón de oro. Y la gente, dirán, es lo más importante, porque vuelven las urnas. Una casta nostalgia historicista la aportará el centenario de la primera guerra mundial. Y el órdago catalán es parte del suspense del año. Un año desodorante. Porque llevamos cinco años que hieden. Sumas los dígitos de 2014 y da el cabalístico 7, número de la suerte. Pues quizá. (Pero esa miss con los suyos, con la niña, balaceados en la carretera en Venezuela por los sanguinarios del Cambur, qué feo comienzo, en cambio).