Aún recuerdo la primera vez que crucé una conversación con el Mae, y aunque no tuve la suerte de conocerle mucho antes, en ese momento allá por el año 2002, su discurso crítico, entereza intelectual, claridad de argumentos e ideas me sedujo. Con el tiempo percibí la grandeza de Antonio Castro Álvarez, el Mae, alma mater y fundador del santacrucero colegio Montessori. Muchas generaciones de tinerfeños pasaron por aquellas aulas en las que se ejercía un modelo de educación libre y laica, que fomentaba el inconformismo ideológico entre sus alumnos para tratar de gestar ciudadanos independientes y con ideas propias. Como tantas veces en aquella época, bajo su paraguas, el colegio Montessori se convirtió en un espacio para el debate, para la reunión y para la necesaria transformación social que todavía nos sigue haciendo falta. En aquel momento, un pequeño grupo de trabajadores de la comunicación habíamos decidido explorar alguna fórmula de asociación u organización para defender nuestros derechos laborales y profesionales de manera independiente. Comenzamos a reunirnos, casi clandestinamente y al terminar la jornada laboral, en la sede de la extinta agencia de noticias ACN Press. Con el paso del tiempo, esas noches de andamiaje de lo que luego fue la Unión de Profesionales de la Comunicación de Canarias (UPCC) se trasladaron a la pequeña biblioteca que nos cedía el colegio Montessori, es decir, el Mae. Cada noche, antes o después de aquellos “contubernios”, el maestro se acercaba a charlar con nosotros sobre la actualidad, el periodismo y la difícil convivencia con la conservadora y sombría sociedad chicharrera. No se puede decir que tuviera una vida fácil; pero sí que a hombres como el Mae se les suele medir por la huella que dejan en los demás. Por eso su memoria, su recuerdo, sobre todo entre los que tuvieron la suerte de ser sus alumnos, será imborrable, porque como alguna vez me dijo alguien “nunca olvidamos a quienes nos enseñaron a pensar”. Hasta siempre Mae. Salud y República.