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Ambulancia y prótesis – Por Rafael Martínez-Simancas

   

Si Ana Mato fuera un general de Caballería lanzado a la carga, (ya es mucho imaginar), en este momento galoparía en solitario porque la tropa se le ha ido borrando poco a poco. No es sólo que las comunidades en las que gobierna el Partido Popular pasan de aplicar el copago, es que además el Consejo de Estado le ha dicho que cobrar por traslados en ambulancia y por las prótesis no supone un ahorro. Cabe preguntarse: ¿quién es el artista que diseñó el plan de recorte sanitario y qué pretendía al sacar cinco euros a los abuelos cada vez que fueran a diálisis? De momento no ha recortado nada la señora ministra pero sí ha puesto de acuerdo a enfermos y profesionales de la salud: todos en contra. Descartado que la gente acuda a diálisis por gusto, o que se casquen la cadera para probar nuevas prótesis de titanio, llegamos al concepto de la ministra global, aquella que es cuestionada por todos los sectores, ya es meritorio teniendo en cuenta que aquí no solemos coincidir ni en la hora. Su modélico plan para recortar gastos tampoco ha servido para ahorrar en descontento ciudadano. La humilde experiencia que me da ser usuario de la sanidad pública madrileña me ha permitido comprobar cómo de manera absurda se ha ido deteriorando en un par de años un servicio que funcionaba perfectamente. No exagero si digo que antes en la farmacia del Hospital de La Paz te atendían en poco tiempo pero ahora han montado un sistema en el que no bajas de cuarenta minutos, eso sí todo justificado como la mayor de las eficacias desde el punto de vista de la gerencia hospitalaria. Y para que conste lo explican en unos folios mecanografiados que se exhiben en las paredes. Ana Mato debería repasar no solo los libros de contabilidad si no el nivel de aceptación que tienen sus medidas entre afines de partido, (ni Cospedal le sigue en la aplicación de sus criterios de copago en Castilla La Mancha). Mato más que a ese general de Caballería se parece a aquellos soldados japoneses que se ocultaron en una isla sin llegar a saber que el emperador se había rendido y pasaron treinta años más escondidos de su propio miedo. Quizá le haya llegado la hora de abandonar el ministerio porque el programa de recortes y copagos le haya afectado a ella misma en perverso bumerán. Si es por falta de coche oficial que no se preocupe porque una de esas ambulancias que transportan abuelos por el mundo le puede llevar a casa, sin coste, lo dice el Consejo de Estado. E igual recogen a un ex combatiente japonés despistado por el camino, no lo descartemos.