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Cantinflas – Por Francisco Pomares

   

La política es representación en todos los sentidos: no sólo se representa a los representados. También se representa un argumento, o un guión, la mayoría de las veces más propio de Sálvame que de un clásico. Hay ocasiones en que el exceso de teatralización conduce a la chirigota o la cantinflada. Puedo entender que los poderes públicos de Gran Canaria intenten encontrar un discurso para el enfrentamiento con la administración regional: es la misma estrategia que ha tenido que modificar el presidente Rivero tras descubrir que ni conduce a ningún lado, ni a la gente le apetece ver que quienes viven de sus impuestos se dedican a liarla y a bloquear cualquier oportunidad de salir del pozo en el que andamos instalados desde hace siete años. La cosa es que tanto el alcalde Carmona como el presidente del Cabildo, José Miguel Bravo de Laguna, siguen instalados en una inútil voluntad de bronca. En el caso de Cardona, el anuncio -realizado nada menos que en un foro empresarial de la Villa y Corte, para darle más trascendencia y proyección- de que rompe relaciones con Bermúdez porque se siente engañado por el fraude en el censo de Santa Cruz de Tenerife, es bastante perverso: el fraude es una historia de hace casi veinte años, y la implicación de Bermúdez en el asunto es básicamente inexistente. El alcalde chicharrero todavía chancleteaba cuando se produjo el fraude, fuera este fruto de la tendencia a engordar los censos que caracteriza a todo encuestador a tanto la pieza, o fruto de una definida intención política. Y ha sido, además, bajo el mandato de Bermúdez, cuando se aquilata el censo. Responsabilizarle del fraude es un mal chiste, y una pequeña vileza, destinada a chupar cámara y sacar pecho y partido del pleito. En cuanto a lo de Bravo de Laguna, me sorprende que un tipo tan serio como el presidente del Cabildo de Gran Canaria, con tantos sexenios de experiencia a sus espaldas, haya decidido organizar este ridículo vodevil imitativo, enviando una carta a Soria para manifestar su preocupación por la desafección de los grancanarios ante la Autonomía, y haya montado su encuentro en Madrid con el ministro para remedar a Rivero, que suena a infantil payasada… lo de la carta tuvo su pase y hasta su gracia, en medio de la diarrea epistolar del fin de año, pero seguir dándole a la manivela con la desafección ya es querer sacar aceite de las piedras. La verdadera desafección es la de la ciudadanía hacia la política y los políticos, y foto de él y el ministro Soria en Madrid, muertos de risa, contribuye a la degradación creciente de la credibilidad de quienes nos gobiernan.