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Cartas boca arriba – Por Jorge Bethencourt

   

Se amenazan con desafecciones entre las distintas instituciones que representan (a la que descubren una palabra son capaces de usarla hasta el mismísimo vómito). Advierten de que Gran Canaria se vuelve insularista por el precio de una estrella. Que el Archipiélago se puede volver independentista por mil millones al año. Siempre hay razones de fondo. Los recortes con que han maldecido a Canarias. Las demandas crecientes de más municipios. De abajo hacia arriba. Pero al final todo se reduce a un cruce de ocurrencias políticas en donde, como siempre, se intenta aparecer ante la sociedad y los votantes como el más original, el más chulo del patio del colegio. No han entendido nada. Tienen a la gente hasta las mismísimas pelotas, señorías. Precisamente por ese tipo de ocurrencias. Por jugar como niños con los asuntos que afectan a la felicidad de las familias. Por creerse que la política consiste en ser más listo que el de enfrente, en vez de colaborar con el de enfrente para hacerle más listo. En este país crecen las desafecciones, pero la gran desafección que más se expande es la que siente la gente por todos ustedes. Ya es habitual que uno escuche palabras de desconfianza hacia esta democracia. Y es terrible que este sistema de libertades que tanto costó recuperar esté siendo desmontado por una generación de incompetentes e incapaces que por decenas de miles viven de las nóminas de partidos políticos, sindicatos y patronales. Aquí hay gente que paga y gente que cobra. Aquí hay ciudadanos que entregan medio año de trabajo en forma de impuestos para sostener un Estado que preste servicios públicos y ayude a los más desfavorecidos. Hay más de tres millones de ciudadanos que cobran sueldos públicos para desarrollar esa tarea y doscientos mil cargos elegidos por los partidos políticos. Y si todo lo que saben hacer ustedes es comportarse como colegiales para frivolizar ante los medios de comunicación de quién la tiene más grande, de quién orina más lejos, sinceramente es que ya no cabe tener ninguna esperanza en que en este país haya alguien con seso dedicado a la política. Las epístolas, las declaraciones altisonantes en la prensa, las estrategias electorales… Llegará un día amargo en que serán como hojas de un otoño democrático arrastradas por un vendaval de furia. Están jugando con las esperanzas de la gente que, de momento, mastica y calla. Pero nada es eterno. Y mucho menos la paciencia.