La decisión del PSOE de suspender la actividad de su Agrupación en La Palma, se produce apenas un dÃa después de que los disidentes palmeros anunciaran la creación de un nuevo partido -socialistas por La Palma- creado con la voluntad de refugiar a los afiliados disidentes. Hasta ese momento, el PSOE regional intentó mantener una situación de impasse, a la espera de que las noticias judiciales, que de hecho se espera sean ya inminentes, fueran contrarias a la moción de censura y ayudaran a reconducir la situación en las agrupaciones de la isla. El cierre del PSOE palmero es una medida realmente extraordinaria, y con probables problemas de legalidad. Si se diera el caso de que fuera recurrida por una parte de los disidentes -los que quieren seguir vinculados orgánicamente al PSOE- es probable que los tribunales acabaran por darles la razón. Pero lo que aquà funciona es la lógica militar de los partidos, considerados por sus dirigentes -y en la mayorÃa de los casos también por sus afiliados- como equipos guerreros en los que la disciplina tiende a ser reconocida como el valor más importante. Cuando Alfonso Guerra y el clan sevillano reconstruyeron la estructura de poder del PSOE, los socialistas imitaron en todas sus estructuras el viejo modelo orgánico de los comunistas, una suerte de centralismo democrático revisado, basado en la existencia de liderazgos muy fuertes -el de Felipe González y su equipo-, la discusión interna a puerta cerrada, y el acatamiento de las decisiones mayoritarias. En la etapa Zapatero, ese modelo sufrió desajustes, y dio lugar a que los liderazgos -más débiles- fueran compensados por una estructura interna menos participativa y más basada en el ukasse de Ferraz y el argumentario de la dirección central. El PSOE sustituyó el debate interno por la propaganda y el liderazgo por el presidencialismo, y ese modelo fue también imitado en regiones y provincias, dónde el poder de los barones fue cada vez más autónomo, hasta volverse prácticamente taifal. El PSOE, que ya habÃa perdido la ‘O’ de obrero, comenzó a perder la ‘E’ de español, y el proceso dio lugar al todo vale territorial que -unido a la perdida de poder e influencia- explica la conspiciudad del fraccionamiento local -que no ideológico- que hoy caracteriza al PSOE post-Zapatero. La última conferencia socialista intentó invertir esa tendencia, y recuperar las riendas y volver a la concepción de un único partido. Pero no va a ser un proceso fácil. Lo de Cataluña no va a ayudar. Y en algunos territorios se ha optado por la mano dura y cortar por lo sano. Los socialistas palmeros van a ser los primeros que paguen el pato del deseo socialista -vano deseo, probablemente- de que el PSOE vuelva a ser el partido que fue.