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La chispa – Por Isaías Lafuente

   

La presión vecinal en el barrio burgalés de Gamonal ha obligado al alcalde, Javier Lacalle, a paralizar de momento la construcción del aparcamiento que tenía previsto. Se podría decir que la calle ha ganado el pulso a Lacalle. La protesta nos ha pillado con el paso cambiado porque, en una época en la que la queja de los ciudadanos es que las administraciones pidan cada vez más y den cada vez menos, nos resultaba chocante que un barrio se quejase de una importante inversión municipal. Después supimos que ese aparcamiento, a 20.000 euros la plaza, y la remodelación posterior del bulevar en realidad iban a quitar muchas plazas en superficie, que son las que usan los vecinos que no están precisamente en el mejor momento como para hacer inversiones. Es decir, se iban a crear aparcamientos de pago a costa de los gratuitos. Y todo con la sombra de un constructor beneficiario del proyecto, condenado en su día por corrupción, y con el añadido del intento de criminalizar las protestas vecinales ligándolas a actuaciones violentas que llevó, por ejemplo, a la alcaldesa de Madrid a condenar los “atentados de Gamonal”. Nos equivocaríamos si consideramos que lo sucedido estos días en Burgos es un asunto local. Gamonal se ha convertido en la metáfora de un país convertido en una caja de cerillas vulnerable ante la mínima chispa. Primero fueron los basureros de Madrid, ahora los vecinos de Gamonal los que, con éxito, han proclamado un “¡hasta aquí hemos llegado!”. Sería conveniente que, a quienes les corresponde, tomen nota de lo sucedido. Es mucho mejor escuchar y ser sensibles a las voces que emplearse en acallar los gritos ciudadanos.