Rendir pleitesía al Imperio se puede hacer de muchas maneras, pero desde luego nuestros gobernantes la suelen realizar de una forma muy particular, muy spanish diríamos -aunque se me vienen a la cabeza otras denominaciones más gráficas-. Sin perdernos en el tiempo -no nos remontaremos a la Guerra de la Independencia norteamericana ni a la Guerra de Cuba, ni siquiera a la famosa visita de Eisenhower a predios por aquel entonces franquistas-, los encuentros bilaterales hispano-estadounidenses de alto nivel suelen ser provechosos, al menos como carnaza de la canallesca y comidilla de la opinión pública. Aznar ya la lio en su momento con Bush júnior, participando en la tristemente célebre y a la postre infausta foto de las Azores, que le dio pasaporte para departir en confianza y de tú a tú con el presidente tejano, fumarse un buen puro y poner las piernas sobre la mesa.
En esa época del “estamos trabajando en ello” (léase con acento tex-mex), el entonces ministro de Exteriores, Josep Piqué, protagonizó uno de los hechos más sorprendentes desde el punto de vista de la historia de la pelotería diplomática y protocolaria: una sucesión de reverencias marciales a pie de aeropuerto ante el propio Bush, quien pensaría que así se saludaba por estos lares. Zapatero, que también visitó la Casa Blanca (la famosa imagen de sus hijas con los Obama), fue más comedido, aunque no se salvó de los palos peperos antes de acceder al sillón presidencial por cometer el pecado de quedarse sentadito en el desfile militar del Día de la Hispanidad ante el paso de la bandera norteamericana. Y ahora, todos contentos porque Obama bendice a Rajoy, y Mariano, ungido como David por Samuel, se siente aliviado y con fuerzas renovadas ante las lisonjas sobre que está haciendo las cosas bastante bien y que el camino emprendido de las reformas -léase recortes- deviene en el más adecuado. Hay que seguir así, palmadita en la espalda y todos contentos. Lo del espionaje a mansalva queda aparte, claro, no vayan a molestarse por Washington. Mucho ruido por aquí, y acullá calladitos. Es el precio de que lo pongan bien a uno… En el colmo de los desaguisados -léase ridículos-, Rajoy va y le lleva a Obama unos regalitos, nada, unos detalles: tres facsímiles de obras de cinco siglos de antigüedad (entre ellas, una misiva que el descubridor del Pacífico, Vasco Núñez de Balboa, envió a Fernando el Católico); y el bueno del presidente USA, en justa correspondencia, le obsequia con su autógrafo y una caja de manises cubiertos de chocolate -de M&M, pa’ entendernos- con el sello de la Casa Blanca. En fin, todo muy spanish, por no decir otra cosa…