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Cuando el PSOE perdió el alma – Por David Sanz

   

Pertenecí durante unos años a la orden religiosa de los jesuitas, donde la obediencia era una de las señas de identidad de la casa. Pese al voto de obediencia, cualquier decisión se adoptaba mediante el diálogo, la reflexión, la discusión comunitaria y la deliberación. Nunca viví una imposición y sí muchos momentos de un disenso respetuoso. No había recetas preconcebidas y sí muchas formas para llegar a un consenso. Es verdad que no tenía un funcionamiento estrictamente democrático, pero también es cierto que era lo más alejado de una dictadura que se puede encontrar dentro una organización tan universal y plural, sistema donde predomina el funcionamiento vertical para mantener el edificio por encima de los inquilinos. Por el contrario, es desalentador ver el funcionamiento interno de los partidos políticos. Su actuación sectaria, déspota y tiránica con quien disiente genera una esquizofrenia, porque pese a sostener un modelo de democracia de partidos, internamente son la antítesis de lo que aspiran a representar. La última vuelta de tuerca que ha ejecutado el PSOE con su militancia en La Palma es el más claro reflejo de una actitud prepotente, soberbia y dictatorial, que tiene como única base el miedo a la diferencia. Se cargan la vida orgánica del partido, estrangulan sus bases y silencian a su gente para salvar la fachada. Es terrible comprobar cómo se le cae la máscara de demócratas por mantener la “imagen” de una estructura, y no tienen el valor de dar la cara ante la militancia para justificar con la palabra y no con decretos sus decisiones. Tirar de disciplina es el camino más corto, pero el más zafio. Cada vez entiendo más la desafección que experimenta la sociedad hacia estas maquinarias sin alma en que se han convertido los partidos y la búsqueda de alternativas a tales monstruos deshumanizados.