En esas revisiones diarias al facebook, rutina que hemos incorporado a nuestro día a día, me encontraba con una noticia que en principio me dejó un poco perplejo. Como bien dice mi amigo y periodista Domingo Jorge, antes de hablar de una noticia que aparece en las redes sociales ve a la fuente y contrasta su veracidad. Pues eso hice, encontrándome que por una parte el Gobierno del Estado disminuye en un 40% la ayuda para libros que otorga anualmente a las comunidades autónomas, pero que al mismo tiempo, en Castilla-León se subvencionan trescientos mil euros para que los niños aprendan a Cazar. Otro disparate más, nunca mejor dicho, en este sistema educativo que cada cual manipula a su antojo. EDUCAR, en mayúsculas, implica ayudar a las personas a construirse a lo largo de su proceso evolutivo, es decir, dotar a las personas de todas aquellas herramientas vitales que les ayuden a promocionarse desde el crecimiento personal como personas autónomas, y con los recursos necesarios para gestionar adecuadamente sus vidas. Es verdad que quizás peco de creer en una utopía, donde lo importante son las personas en cualquier momento de sus vidas, y principalmente en su infancia, donde lo fundamental es dotar a los más pequeños de competencias personales y profesionales que les ayuden a potenciar su satisfacción con la vida y su felicidad. Pero nos encontramos con un sistema educativo a la baja, es decir, basado en la optimización económica, lo que amplía las diferencias entre las personas, pero no solo de oportunidades profesionales, sino de potencialidades vitales. Así han dirigido todos los esfuerzos a quedar bien con PISA, centrándose en los conocimientos y la información, pero además, los estudios demuestran que el 85% de los contenidos se olvidan en un corto espacio de tiempo, y no ponemos énfasis en educar para la vida en general. Parece que a nadie le interesa potenciar personas con las habilidades y recursos que potencien el optimismo, que gestionen adecuadamente las crisis personales y sociales, que encuentren sentido a lo que realizan o que dediquen sus esfuerzos a potenciar su bienestar personal, es decir, a ser más felices. Claro que esto implicaría un cambio estructural en la educación, pero a diferentes niveles, en primer lugar tendría que haber un interés claro desde las administraciones por la educación, y no un interés político, además de una apuesta entre padres, profesores y alumnos, por una educación de personas y para personas.