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En precario – Por José Luis Gómez

   

En estos años de crisis, España adoptó severas medidas de austeridad, a pesar de tener un desempleo elevado. No lo hizo por voluntad propia, sino bajo presión de la Unión Europea, bajo la batuta de Alemania. O eso o salir del euro. El Estado se encontró con dificultades para refinanciar su deuda y el Gobierno se vio obligado a subir los impuestos y a recortar su gasto. Hundida la construcción y ante la imposibilidad de un cambio inmediato del modelo productivo, la devaluación interna perfiló y condicionó la traumática superación de la crisis financiera y económica. Resultado: salarios más bajos y, en consecuencia, más pobreza y desigualdad. También un nuevo escenario laboral con condiciones flexibles para contratar. En España siempre hizo falta un elevado crecimiento para crear empleo neto y ahora esta tendencia puede cambiar, de modo que, como dice el ministro de Economía, Luis de Guindos, sea posible crear empleo de manera significativa incluso con un crecimiento bajo, como el actual. Llega, pues, el empleo precario, que ya existía antes pero no con tanto peso. Los españoles trabajarán cada vez más a tiempo parcial y, a la espera de que dentro de unos años se recupere la construcción, lo harán en lo único que tira: el turismo y la hostelería. Cinco años después de iniciada la crisis, no hay ningún modelo alternativo al ladrillo y el sol. En un país de pymes, tampoco ha aumentado el número de grandes compañías, por lo que la recuperación de un empleo de mayor calidad será modesta y solo en empresas, como Inditex, capaces de seguir creciendo. El empleo público, de momento, sigue bajo mínimos. Es lo que hay. Los contratos a tiempo parcial y, en general, los empleos poco remunerados acompañarán a los españoles en la salida de la crisis, por lo que vendrán mejores tiempos para el Gobierno, si su ambición se limita a contar los parados, pero tiempos difíciles para mucha gente. La alternativa al paro, a la precariedad, a los sueldos bajos y a la falta de ingresos públicos sería producir más y mejor, pero eso solo está al alcance de los países con grandes multinacionales y un mercado interno floreciente, que a día de hoy no es el caso de España. Siempre quedan, obviamente, las excepciones, que por fortuna también las hay y seguirán creciendo.