La economÃa española no para de dar buenas noticias y no me refiero únicamente a la bolsa, la prima de riesgo o la rentabilidad del bono a 10 años que están batiendo marcas. Estos dÃas hay que anotar que ya hay creación neta de empresas y que el sector servicios repite un buen comportamiento por primera vez desde el inicio de la crisis. Hay por el camino más datos como la venta de vehÃculos o el gasto de los españoles en Navidad o en rebajas. Y todos ellos ofrecen el mejor colofón del año: las cifras ofrecidas por los Servicios Públicos de Empleo que anotan empleo y cotizaciones. Hay, claro, algunas incógnitas en el horizonte. Por ejemplo, el cumplimiento del déficit público y la apelación a los mercados por muchos miles de millones de euros.
La banca tendrá que enfrentarse a unas nuevas pruebas y hay que abordar un nuevo sistema de financiación autonómico que acabe con las desigualdades y las injusticias. No podemos olvidar, en todo caso, el desafÃo catalán, aunque cada vez más ciudadanos piensan que el órdago tiene cero posibilidades de llegar a algún lugar que no sea el fondo del mar.
Dicho todo esto, con las sombras incluidas, la economÃa española está irreconocible comparada con la situación que presentaba a finales de 2012. El gobierno no puede parar las reformas, debe profundizar en las ya realizadas y abordar las que aún están pendientes. Es obvio que la confianza en nuestro paÃs ha vuelto y que las empresas lo están notando en forma de financiación y de entradas de dinero. Muchos negocios se venden a buen precio y el ladrillo empieza a dar sÃntomas de alguna forma de vida. No nos durmamos y recuperemos el deseo colectivo de salir de la crisis más grave que hemos sufrido, que dura demasiado tiempo y que ha dejado por el camino tanto dolor y sacrificio. Algunos se empeñan en no ver esta mejorÃa clara de la economÃa. Se niegan a reconocer que las cosas mejoran y lo hacen por puro partidismo. Es cuestión de tiempo que la realidad se imponga y desenmascare a los miserables.