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a veces soy humano>

Fiel a uno mismo – Por Felix Díaz Hernández

   

Descubrió aquella mañana, al deshacer el enredo de sábanas en el que había anidado esa noche, que había dejado de regirse por sus propias normas. Por aquellas reglas que durante años, ya muchos, habían sido las cuadernas de su existencia y que sin duda le habían permitido seguir a flote, superar embates y tempestades, manteniendo siempre una singladura sin traiciones a sí mismo. Empeñado en recuperar la orientación de su brújula vital se guió por las estrellas para recuperar el camino; oteó los atisbos de la tierra prometida en el horizonte; se emocionó con la aparición en el firmamento de gaviotas que anunciaban la costa anhelada. Sin embargo, ante cada fogonazo de esperanza continuó coleccionando decepciones y nunca se sintió, de nuevo, en el camino. Deambuló de un lado al otro del mar, se alejó de lo que creía que eran las rutas conocidas. Buscó amparo y refugio en calas amigas, se acercó a puertos ahora hostiles, en los que recordaba haber estado viviendo momentos felices; pero de todo aquello ya solo quedaban en las tabernas toneles, mesas vacías y rones añejados. Decidió entonces que cada amanecer enarbolaría su blanco velamen; limpiaría la cubierta de la embarcación a fondo; mimaría sus viejos instrumentos de navegación y surcaría el océano para reencontrarse. Sin rencor, odio, vergüenza o reproches que, al igual que poderosas rémoras, le impedían avanzar o desviaban su atención y el itinerario de vuelta a casa.