Todos, alguna vez, hemos metido la pata. Errare humanum est, decían los latinos. Equivocarse es de humanos y rectificar es de sabios. Así podríamos seguir citando una larga ristra de frases donde se justifica que el que tiene boca a veces se equivoca. Claro que también se puede aplicar el viejo principio de que a veces es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y confirmarlo.
El salto a la fama del director general del Servicio Canario de Empleo, Alejandro Martín, ha sido fulgurante. Y merecido. Hay que tener las claras y las yemas del tamaño de un huevo de avestruz para decir públicamente que en Canarias los parados tienen mejor calidad de vida a causa del maravilloso clima del que disfrutamos. Y para que te llamen al día siguiente -una oportunidad para decir “oye, me equivoqué; un mal día lo tiene cualquiera”- y reafirmarte en lo que has dicho.
Es posible que para los menesterosos de la fría Europa del Norte los inviernos al sol sean mejores que una congelación en los portales de las ciudades nevadas. Decir que ser un sin techo en Canarias es mejor que serlo en Oslo es una muy triste pero cierta afirmación. Enganchar este razonamiento para arrastrarlo penosamente hacia los 370.000 canarios que buscan empleo sin conseguirlo es de una estupidez colosal. No creo que la calidad vida de un parado de cincuenta años, al que se le está acabando el subsidio de desempleo, tenga que ver con la climatología. La desesperación y el miedo se padecen igual a cualquier temperatura.
Si no fuera porque perdería todos los dientes habría que poner al susodicho delante de un grupo de parados para que les suelte el discurso de que las penas son más llevaderas al sol. Hay más de ciento veinte mil personas que ya no cobran ninguna ayuda. Hogares donde no entra ningún salario. Hay decenas de miles de canarios que ya nunca volverán a trabajar porque a su edad nadie les contratará y no verán la salida de este pozo de desempleo.
Hacer bromas en un velatorio tiene sus riesgos. En vez de resultar gracioso puedes ofender a los difuntos. En un país donde en la economía privada trabaja apenas la mitad de la clase activa, hacer chascarrillos clomatológicos sobre los lunes de paro al sol resulta doblemente inaceptable cuando tienen su origen en uno de los responsables de luchar contra esa tragedia social. Qué oportunidad perdida de haberse callado.